25/12/19

Estivella

La de este sábado fue una ruta muy especial porque suponía volver a rodar con Polo, Mapache para los viejos foreros, tras tres años y medio sin vernos, parece mentira cómo pasa el tiempo, más rápido que para un bollo en una convención de obesos.
A la fiesta se unía Rafa, no podría hacerse la ruta sin él, ya que fue quien nos unió en aquella fantástica ruta de Quatretonda que tendremos que repetir más pronto que tarde. Por lo comentado, el track ya está mejorado y listo para su exploración; los bikers para cabalgarlo.
Existía además otro motivo para la ruta, el primer encuentro de la familia Polo sobre una MTB; parece mentira pero dos grandes bikers como Mapache y Julián jamás habían rodado juntos y eso había que remediarlo. Me salió la vena de alcahuete e hice de enlace para el evento. Lástima que el tiempo lo estropeara aunque nos sirve de excusa para volverlo a intentar.
Y es que las comidas, cenas y compromisos navideños, unidos a la climatología, hicieron estragos en nuestras filas y, finalmente, solo tres bikers pudimos acudir a la cita, Mapache, Rafa y yo. Nadie nos pudo acompañar y el que pudo, tuvo buena excusa para no hacerlo.
Y es que dice el refranero valenciano que “tira mes un pèl de figa que una maroma de barco”, que viene a ser el “tiran más dos tetas que dos carretas” en su vertiente castellana. Me sigue gustando más la primera, aunque mejor no busquen traducción en Google o, tal y como están los tiempos, me denunciarán por machismo, misoginia, alevosía y hasta corrupción de menores.
Lo importante es que el dicho es una verdad como un templo y quedó perdonado el afortunado, ya nos gustaría a los casados tener esa excusa. Eso sí, espero que cumpliera con sus expectativas y el torero diera la vuelta al ruedo tras una buena estocada. Nosotros también la dimos y nos fumamos un buen puro al terminar la trialera de Barraix. Hay muchas formas de llegar al orgasmo.
Nuestro amigo Polo organizó la ruta saliendo de Estivella, pueblo que no conocía y que se sitúa a los pies de la Calderona, el templo del MTB valenciano, por lo que el madrugón bien valía la pena. Segunda vez que pisaría un terreno tan sagrado que debemos ciclarlo a escondidas y con la cara tapada, como los antiguos bandoleros de la Sierra Morena, mientras los Pujol se pasean a cara descubierta. Total, solo han robado unos cuantos millones de euros, si se les llega a ocurrir rodar por el monte sobre una bicicleta con tacos de goma, las cárceles españolas contarían con un “molt honorable” entre sus filas.
Fue una enooorme alegría volver a dar un fuerte abrazo a nuestro amigo Polo tras tantos años sin vernos y comprobar que todo sigue igual, como si nos hubiéramos visto ayer. Es una de las cosas más fantásticas del MTB, nuestra memoria se mide por rutas, no por los días transcurridos entre ellas. Y es que nuestra capacidad para el recuerdo es tan corta que tiende a la concentración, cada semana se reduce a un solo día, tres años y medio a poco más de cinco meses.
Eran pasadas las 8:30 cuando iniciamos la ruta, saliendo de Estivella por el Camí de Nàquera, una carretera vecinal que realiza un suave ascenso hacia el pico del Garbí. Una pasada disfrutar de las vistas de la Sierra de Espadán a nuestra derecha, con el arco iris saliendo de la cumbre de un Penyagolosa escondido entre las nubes.
Culminamos el ascenso visitando su famoso mirador, al que se llega tras un último tramo de senda muy divertido, descendente en su inicio, porteante después, aunque prometo aumentar su ciclabilidad para cuando vuelva. Para Rubén es un 99 % ciclable, yo lo dejaría en un 98 %.

Las vistas desde el mirador, maravillosas, comprendes su fama, es increíble ver desde el Cabo de Antonio, pasando por la Albufera, Valencia y el Mar Mediterráneo hasta llegar a la sierra de Espadán y el Penyagolosa. Solo nos faltó el Pequeño Nicolás.



Lo que sí que vimos fue un DNI en el suelo, imaginamos que de algún corredor de montaña al que buscamos y no encontramos. Tratamos de depositarlo en el cuartel de la Guardia Civil al terminar pero resulta que está cerrado en Estivella, la despoblación no solo afecta a los pueblos de la meseta. También afectó la desgana a una pareja de agentes que vimos a la entrada de l’Ollería, que se desentendió de nosotros. Espero le pongan más entusiasmo a la hora de perseguir a un caco.
Volvimos al asfalto, tras pasar por bonita senda que transcurre junto a la ermita de la Creu, y giramos a la izquierda para coger el Camí de l’Alt, subida por carretera que nos lleva al Alt del Pí, donde quedan situadas las antenas de Serra, el punto más alto de la ruta y que, por tanto, suponía el inicio de la diversión. Si todos los caminos llevan a Roma, en el MTB toda ruta que se precie pasa por unas antenas.

Nos pusimos las protes, bien resguardados de un viento que sopló muy fuerte a lo largo del día, e iniciamos el descenso por trialera que se inicia sobre senda ancha, con fuerte pendiente y terreno bastante suelto, pedregoso, aunque siempre con posibilidad de encontrar trazada limpia. Me gustó bastante, es de esos tramos que exigen atención para buscar la mejor zona de paso y el grip.
Tras este potente inicio, se estrecha el camino hasta convertirse en senda, que pierde pendiente y entra en el bosque tras giro a la derecha, que cambia totalmente la bajada, se vuelve muy bonita y más fácil, aunque no exenta de algún que otro escalón y, sobre todo, paso estrecho entre dos raíces en el que hay que entrar con la precisión de un cirujano para no dar con los pedales y descabalgar. El final llega con una divertida salida a la pista d l’Ombría donde quedó Rafa foteado. Había sido un inicio espectacular del día.

Volvimos a remontar por la pista, apenas un kilómetro, para encontrarnos con la senda del Tractor, que no encontramos por estar algo más arriba de donde nosotros conectamos. La senda está muy chula, tiene más flow que la primera pero, de vez en cuando, van apareciendo piedras y losas que le dan un punto divertido a la bajada, la cual vuelve a salir al Camí del Biscaïno con otra bonita rampa repleta de piedras, donde Rafa volvió a llevarse un recuerdo.

Y es que hoy se llevó un book completo de fotos, es lo que tiene ir cerrando el grupo tras dos fotógrafos, conseguir muchas instantáneas propias de cara, llegar a casa con una cámara cargada de culos ajenos. Lástima que Polo saliera muy poco, es el efecto secundario de los mejores bikers, mucho flow y poca foto. Los paquetes con cámara vamos detrás.
Y muy pronto volvimos a enlazar con una tercera bajada, la senda de La Torreta, que transcurre por corto tramo de calzada romana muy divertido, sobre todo con una curva de izquierdas de esas que tanto me gustan y que logré pasar siguiendo la estela de nuestro guía. Me lo dejó chupado.
La felicidad del enlace de las tres bajadas consecutivas pronto se esfumó de nuestras caras tras un último rampón bastante potente aunque, tanto era el miedo que nos había metido Polo en el cuerpo, que me pareció mejor de lo que esperaba.
Llegamos a Serra, localidad que se encuentra en el corazón de La Calderona, famoso lugar de salida y paso de todos los amantes de la montaña valenciana, donde nos dispusimos a buscar bar para el almuerzo, que no encontramos en nuestro primer intento, afortunadamente en el segundo. Gran descubrimiento.

Fue un almuerzo con bocata riquísimo de revuelto con patatas y bacon, de chuparse los dedos de los pies, a un gran precio que aprovechamos para ponernos al día de nuestras cosas, recordar anécdotas pasadas y planificar rutas futuras. Comprobamos que pronto nos volveremos a ver y es que en La Nucía existe otro grandísimo alcahuete.
Retomamos la ruta sin demora puesto que teníamos por delante una subida de cinco kilómetros por el Camí del Garbí, amenizado por dos grupos de bikers que nos alcanzaron por detrás, los primeros por ser rallieros con gran ritmo y lefties, aprovechando para intercambiar impresiones. Somos pocos pero hacemos piña, y es que el mundo nos mira con incomprensión.
El otro grupo se componía de una serie de jóvenes recientemente iniciados que lo dieron todo para cogernos y pedir acompañarnos, pero nuestro destino era Estivella y el suyo era Serra, por lo que les indicamos y se vinieron con nosotros hasta donde las fuerzas les llegaron. Miren los informativos, probablemente encuentren noticia de joven biker devorado por los buitres. Y es que el globerismo es costumbre extendida entre los recién llegados. La veteranía se coge a base de petardazos.
Terminamos el Camí del Garbí justo para entrar en la senda de Madroños, por la que me adelanté para fotear, resultando ser la más limpia y sencilla de todas, por lo que no encontré lugar apropiado para detenerme. Terminé parando en cerrada curva a la izquierda para ver por dónde seguir. Senda con muchísimo flow, divertida, con curvas, pero sin foto buena.


La sorpresa vendría tras el giro a la izquierda, donde el flow quedó sustituido por piedras y regueros a tutiplén, que hicieron las delicias del que aquí escribe, sobre todo con un tramo final de salida al Camí de Barraix realmente espectacular y que me recordó al final del DH de Castalla aunque con algo menos de pendiente. Tramo divertidísimo, con el lujo de poder seguir las trazadas de nuestro sherpa, que me llevaba sobre raíles pese a ir con mi gatillo.
Nuevo enlace por pista, cortito, hasta la última trialera del día, la del Barranc de Barraix, que resultó ser la auténtica explosión final. Senda muy bonita en su inicio, bajando al fondo del barranco por zona muy verdosa, repleta de vegetación. Parecía que te podía salir un velociraptor en cualquier momento.
Una vez en el fondo, la senda se pone divertida al circular por su pedregoso lecho, cabalgando sobre las piedras al estilo ilicitano, me encantó. Eso sí, mientras que nuestros barrancos recuerdan a Arizona, el de Barraix recordaba al Amazonas. Lástima la falta de luz que impidió buenas fotos por mi parte, al menos Polo es un fotógrafo como Dios manda y logró bonita instantánea. Soy un zoquete con cámara.
Pero el éxtasis de la trialera, y de la ruta, estaba al final, en un último tramo apoteósico, donde se concentra todo lo técnico de la ruta en unos quinientos metros repletos de piedras, escalones y raíces, sin mucha pendiente, que te obliga a llevar un los dos ojos de delante bien abiertos, cerrado el de detrás, para encontrar la trazada buena y no salir por las orejas.
Fueron unos maravillosos cientos de metros donde la felicidad me poseyó y comencé a reír, sin parar ni ganas de hacerlo, una auténtica explosión de la que no pude parar hasta el final, tras una preciosa rampa en la que luego nos foteamos.
Fue un tramo fantástico de verdad, donde escuchaba a Polo gritar por delante, totalmente poseído por el espíritu del enduro, mientras yo reía por detrás. Brutal, bestial, todavía me asoma la sonrisa por la comisura de los labios cada vez que lo recuerdo. Grandísimo fue el abrazo en el que nos fundimos al llegar al final. Estos momentos valen la pena casi cinco horas de coche, y diez si fueran necesarias.

Tras este fantástico broche, solo quedaba el retorno a Estivella, todavía en descenso previo paso por barca abandonada en mitad del monte, que debe ser la prueba de que Estivella fue puerto marítimo y de que los dinosaurios del Mesozoico viajaban en lancha.

Tras la foto correspondiente, llegamos a Estivella a disfrutar de la segunda parte de la ruta, la comilona en el restaurante “Els Pins”, donde probamos unos ricos entrantes con plato de paella valenciana y postre para relamerse, en una agradabilísima sobremesa que alargamos para seguir contándonos batallitas e ir atando planes futuros, puesto que el reencuentro familiar había quedado pendiente y eso es algo que debemos remediar, a ser posible en Elche.

Agradecer a Polo todas las molestias tomadas para organizar y acompañarnos en esta fantástica ruta, mañana y sobremesa que puso fin a un periodo de tres años y medio sin rodar juntos.
Qué grande es el MTB que solo se rige por las rutas realizadas, nunca el tiempo transcurrido entre ellas. Gracies, amic !!!

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