Espectacular la CroniCarlos...... copie i pegue.
Y por fin pudimos ver en acción a la nueva Genius de Rafa!!! Tras un fallido intento en Beneixama, por ataque de virus gripales al dueño, que obligó a posponer la presentación hasta el día de hoy.
Fue una mañana especial por tratarse, además, de la reedición de la aquella grandiosa Topabajo de Bellús, acaecida casi siete años antes, en la que más de veinte bikers venidos de Alicante y Murcia se reunieron para disfrutar de la zona capitaneados por el bocairentino.
Aquella fue una ruta de infarto, tanto por las trialeras como por la famosa cementada y el calor de julio, sofocado con refrescante baño en el riu Albaida. Un día donde se reunieron Mataos, Topabajos, Colineros y Freeambres, donde vimos a un Matao domador de serpientes, a los Frees quedarse con “ambre” al confundir desvío y cortar trialera, donde a los Colineros se les hizo una montaña de una cementada, donde los Topabajo hicieron honor a su nombre en la roca que culmina la Andalusa junto a un Tino desbocado que representaba a los alcoyanos allí presentes.
Por cierto, la senda Andalusa, una trialera capaz de crear una ruta entorno a ella, señalada por Rafa en nuestra primera visita a l’Ollería y que quedó grabada para siempre en nuestros corazones, no durmiendo tranquilos hasta que la bajamos por primera vez en aquella magna ocasión, quedando un cristal de mis gafas en el camino por querer verla muy de cerca, demasiado quizás. Ahora llevo lentes correctoras para que no surja la necesidad.
No fue de extrañar, por tanto, que Rafa escogiera reeditar aquel día para presentarnos a su preciosa Genius y ponerla en aprietos, a ver cómo respondía; ya les adelanto que lo hizo como una campeona, no podía ser menos.
Tres ilicitanos nos plantamos en Bellús a las ocho de la mañana, no sin dificultades por la niebla encontrada por el camino. Niebla que persistía en el pueblo junto a unos gélidos tres grados de temperatura que, junto a la humedad, nos hacían dar saltitos, no de la emoción sino de la helor. Habíamos quedado frente a un bar pero nuestra esperanza de cafelito quedó truncada en cuanto comprobamos que seguía cerrado.
Llegar Rafa y el dueño del bar fue todo uno, saludos con el primero, recado para almuerzo-comida a la una para el segundo, por lo que comenzamos a rodar saliendo del pueblo y pasando sobre el embalse de Bellús, dicen, porque la niebla impedía ver más allá de unos metros y el frio hacía imposible que pudieses articular nada más allá de un “que brío que ase quí”.
Pronto comenzamos a subir, suavemente y por pista, con lo que comenzamos a calentar un poco y pudimos comenzar a charlar, Julio llevaba mucho tiempo sin salir, tal y como su barriguita revelaba, y aprovechó para soltar su arsenal de chistes malos no fuera que, con el transcurso de la ruta, la merma de sus fuerzas le incapacitase para contarlos.
Hizo bien, en cuanto quiso soltarlos más adelante, solo tuvimos que apretar un poco para que sus jadeos taparan la salida de cualquier sonido inteligible de su boca. Los hombres no podemos hacer dos cosas a la vez, no se puede respirar y hablar al mismo tiempo. Lo sabíamos y lo utilizamos, somos cabroncetes y nos gusta.
Corto descenso por carretera en la que Rafa se deja llevar y nos va dejando atrás, alucinando los demás por su velocidad, nosotros no veíamos nada con la niebla. Y cuando ya pensábamos que tenía superpoderes, o que guardaba un escáner en la mochila, el secreto se descubrió al reagrupar: a todos se nos habían empañado las gafas menos a él, que no las llevaba puestas.
Parece ser que es habitual este fenómeno en la zona, en Elche la única niebla que ven algunos es la que aparece los domingos por la mañana, todavía con la resaca de la noche anterior.
Tras tomar nota de las costumbres locales, seguimos, ya por pista y entrando en la montaña, donde pasamos por lugares muy bonitos, según decía Rafa, porque con la niebla podíamos estar rodando junto a un vertedero nuclear, por Chernobyl o Fukushima, y no nos hubiéramos dando cuenta. El frío era intenso, se me habían escarchado los guantes, lo nunca visto.
La subida se agudiza en giro a la derecha que haríamos dos veces más, para soltarla por corta trialera recién descubierta por el guía y que insufló alegría en nuestros corazones, muy parecida a la Molona, camino de Sumacárcer, pero más corta, embutida entre árboles, con curvas y escalones, chulísima. Lástima que la falta de luz impidiese sacar más de una foto aprovechable, la de Julio, gracias que su falta de salidas le ha dejado más oxidado que el discurso de Mourinho y baja al ritmo de una abuelita, por lo que la foto no puede salir movida, independientemente de la falta de sol.
Volvemos a ascender por segunda vez por la subida comentada, llegando, esta vez sí, a la famosa cementada de infausto recuerdo para los Colineros, que subimos con paciencia y seguimos por la derecha hasta giro a la izquierda que nos encamina a la ermita de la Solana, a la que, esta vez, entramos por detrás puesto que no hay garantías de encontrar la verja de entrada abierta.
El desvío se hace por senda a la derecha, de entrada apretaora y final cierto, el pateo, cada uno llega hasta donde puede pero hay que terminar caminando. Preciosas las vistas al llegar a la cresta y dominar los dos valles, el de la izquierda envuelto en la niebla.
Caminando llegamos a la ermita y nos quedamos con la boca abierta con las vistas al valle, solo se ve un mar de nubes sobre el que sobresalen el Benicadell y el Montcabrer al fondo. Flipante. Aprovechamos para lanzar un montón de fotos y disfrutar del momento. Alguien dijo que se aproximaban tres lindos pajarillos pero al echarles la foto Julio y verlos con detenimiento, comprobó que eran tres pajarracos haciendo el tonto.
Retomamos la ruta, pateando otro corto tramo camino de la Creu de Romaguera, el lugar más alto, donde descubrimos con alegría que la familia senderista ha montado un belén que fotografiamos.
Llega el momento de las protes y comenzar la trialera, que comenzamos sin ritmo y se hace muy compleja en su inicio, muy técnica, por lo que bajamos un poco a pie para iniciarla algo más abajo.
Una vez montados, y ya con ritmo, vamos disfrutando de ella con ganas, me encantan este tipo de trialeras, técnicas y repletas de rocas, en las que vas mirando con cuidado dónde meter la rueda, dónde has de tirar de manillar…..de esas que te las tienes que ganar, que no consisten solo en dejarse caer a todo trapo y que sea la bici quien lo trague todo, hay que ganarse las subidas y también las bajadas.
Este inicio tan técnico deja el lugar a otro tramo con menos piedra pero repleto de curvas e igualmente divertido hasta que llegamos a una zona nueva, fruto de la versión 2.0 de la Topabajo pues en aquella ocasión se hizo corta la primera trialera. Esta vez Rafa la pudo prolongar enlanzando con otra, con muchísima piedra y también con un punto técnico que nos acabó dejando en la vía del tren tras un par de confusiones, fruto de la niebla que impedía situarse bien y de Julio que, yendo el último y ahogado, fue el culpable de todo y no tenía fuerzas ni para rechistar.
Una vez en las vías, cruzamos y sendeamos del otro lado hasta la entrada a un túnel de roca estrechito y muy chulo que vuelve a cruzar el camino del tren. Para la próxima vez me apuntaré lo de las luces puesto que, al ir cerrando el grupo y existir curvas en el camino, quedé completamente a oscuras y tuve que avanzar palpando en las paredes, levantando bien los pies rezando por no tropezar con algo y dejarme allí los piños.
Y tras la trialera, nuevamente a ascender, pisteando hasta llegar, por tercera vez, al bucle inicial y por segunda al tramo cementado, en el cual Rafa quedó asediado por los flashes por tener una bici muy fotogénica y, por qué no decirlo, cerrar el grupo. La sonrisa de satisfacción que inmortalizó mi foto fue fiel reflejo del amor nacido entre él y su Genius.
Giro a la derecha tras la cementada y seguimos la pista hasta la carretera que va de Quatretonda a Genovés, no llegando a tocarla puesto que, a cinco metros de la misma, giramos a la izquierda y volvemos a alejarnos hasta entrada a senda por la derecha que nos vuelve a dejar en otra pista que pasa más arriba y que seguimos hasta el final, pasando por la cresta de montaña para cruzar al otro lado del valle, ya con el inicio de la Andalusa al fondo.
Llegamos a ella tras una divertida pista de bajada salpicada por los resaltos realizados para desviar el agua y volvemos a calzarnos las protes, nerviosos por lo que nos viene.
El inicio es bastante técnico y, esta vez, encabezo el grupo para ver qué tal está, y me encantó, de esos de bajar tranquilo y con cabeza, buscando por aquí, por allá, echándote bien atrás en algún escalón para controlar y buscar trazada por otro lugar, de esas bajadas que te tienes que ir trabajando. Una pasada que disfruté muchísimo y con Luís a mi rueda, pasándolo igual de bien.
Y cuando ya pensábamos que había pasado lo peor, llegamos a un tramo muy expuesto, con barrancazo a la izquierda, en el que la senda queda reducida a un hilillo de tierra contraperaltada que impone bastante y que no te genera suficiente confianza como para jugártela, por lo que decidimos caminar un poquito.
A partir de ahí, la trialera se nos vuelve a hacer ciclable pero siempre con mucho cuidado de no caer a la izquierda puesto que en ningún momento deja de ser técnica, las rocas abundan por doquier y te la tienes que trabajar siempre, aunque el hilillo se vuelve a hacer senda.
Así transcurre hasta un desvío en el que reagrupamos un poco, comprobando que Rafa ha pateado un poquito más, Julio muchísimo más, está falto de práctica y ritmo, la trialera tiene demasiado nivel para su retorno al MTB. En un par de meses la encontrará mucho más fácil.
Ahora la trialera deja el barranco y se hace más suelta pero sencilla, excepto un paso intermedio complicado porque hay que hilar muy fino en la entrada, con el problema de estar repleta de piedra suelta que impide entrar con confianza, por lo que lo dejé estar para la próxima.
Mucho más complicada es la salida a la pista, por una antigua y fantástica roca que era ciclable para los más osados, ahora muy complicada por una serie de escalones animales cincelados en la roca. No sé qué opinarán los integristas de las sendas, igual se piensa alguno que fueron las bicis las que destrozaron la piedra.
Por mi parte, me asomé un par de veces, desde arriba no se veía excesivamente complicado salvo por la curva de entrada pero me lo pensé dos veces y lo dejé estar, viendo las caras de incredulidad de mis compañeros, que entendí perfectamente una vez abajo, puesto que los escalones son realmente empinados y animales, creo que los dejaré estar hasta el fin de mis días, que espero lejanos todavía.
Una vez en la pista, corta y salvaje remontada hacia la trialera d’Alboi, muy divertida y entretenida, con sus escalones y raíces pero asequible para todos los niveles, cada uno a su ritmo y velocidad. Nos advierte Rafa de la existencia de dos postes de madera en el camino, con dos opciones, o girar a la derecha en el primer poste o, sin más remedio, coger el desvío a la derecha en el segundo.
Juro por los frenos XT que vi el primer poste y lo pasé por la derecha pero anonadado me quedé al llegar a la segundo, por el que puse mucho cuidado en coger correctamente, seguido por Luís…..los más racionales cogieron el primer desvío como deberían, a los más cabras nos pudo el entusiasmo. Parece que llevamos las ganas de probar tan grabadas en nuestro inconsciente que elegimos la versión friky incluso sin quererlo.
Esta versión está coronada por un paso por senda sobre puente totalmente aéreo que no es nada complicado pero que dejé pasar por el exceso castigo a tan escaso premio, Luís demostró su facilidad innata para estos tramos y sus nervios de acero pasando sin despeinarse.
Con los cuatro juntos de nuevo, bajamos hasta llegar a la vía del tren, que cruzamos para iniciar el descenso final a la Xopà d’Alboi, culminado por un tramo de escaleras que hizo las delicias de todos excepto de Luís, que no se acababa de fiar. Son curiosas las preferencias y facilidades innatas de cada biker, se cruza un puente de cinco o seis metros sin barandilla y sin pestañear, pero solo pasó los escalones cuando vio que los habíamos bajado los demás.
El retorno a Bellús lo iniciamos por la margen izquierda del riu Albaida, pasando frente a la Cova Negra por una senda muy bonita y nutrida de vegetación, cruzamos al otro lado del río por puente sobre el que se veía la Trialera “de la muerte”, que miramos con admiración y deseo a partes iguales. Y es que somos como niños, basta decirnos que algo no se puede para incitarnos a probar.
Seguimos la senda por la margen derecha del río, algo más abierta no menos bonita hasta salir por fin del paraje de la Cova Negra por corto subidón de asfalto en el que Julio quemó todas sus naves tratando de dar un demarraje que duró menos que una pajilla de eyaculador precoz. Luís y yo le arrancamos las pegatinas mientras Rafa pensaba, un poco más atrás, que esto le pasaba por juntarse con rallymanes.
Retorno a Bellús por pista para darnos un buen festín en el bar, en el que comentamos la grandeza de la ruta y maravillas de las trialeras, de planes futuros y otros más próximos. Dándonos un fuerte abrazo y deseándonos unas felices navidades. No dijimos nada del año nuevo porque ocasión tendremos la semana que viene….
Ací la resta de fotos.
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