Lo primero era buscar el recorrido, los del CEA de Alcoy habían estado hacía muy poco por la zona y hablaban maravillas del Cigarrí, nombre topográfico de una fantástica trialera más conocida en el mundillo biker como “el León Dormido” en honor al Ponoig, montaña bajo la que desciendes. No me negarán que con ese nombre, no se va a animar uno a intentarlo. Maldito marketing.
Pues como Rubén, Raúl, Gabi & cía. la habían disfrutado tanto, también tendríamos nosotros que ir a presentarle nuestros respetos, así de educados somos…..y ya que finalizaba a los pies de la senda de la Alberca, pues habría que ir a buscar Castellets. Yo no quería, pero el mundo me ha hecho así.
Una vez todos reunidos y saludados, salimos tranquilamente del polideportivo, subiendo por asfalto por la urbanización de la Alberca, pasando por Blauverd, hasta enlazar con la pista que nos lleva al Mas de la Monja, haciendo una corta parada a echarle un vistazo al neumático trasero de Paco, que perdía aire. Poco antes de terminar, siguieron camino unos cuantos para ir ganando tiempo, dirigidos por Andrés, pobres…
Y es que nosotros retomamos la ruta poco después y fuimos subiendo con tranquilidad hasta que, al ver una senda que salía a la derecha algo más arriba, vemos que salen compañeros que se suponía iban por delante….¿Como es eso?
Resulta que habían sido “enredados” por Andrés para ir subiendo por la senda paralela a la pista, mucho más divertida, sin duda, pero poco aconsejable sabiendo el subidón que teníamos por delante. Había que ahorrar hasta la última gota de energía.
Tranquilo ascenso hasta el Mas de la Monja y aquí viene el lío, terrible subida que aún recordaba de hacerla dos años antes y que obligó a corto pateo por desconocer su longitud y estar fundido. Esta vez iba preparado, la conocía y no iba a poder conmigo.
Se trata de la subida del Mas de la Monja al Coll de Pouet, poco más de kilómetro y medio en los que subes casi trescientos metros de desnivel, echen cuentas y lloren por nosotros, así está aquello. Algo así como la Replana pero sobre terreno ciclable, no sé qué es mejor.
Al menos, permite la machada para que el tiene fuerzas o batería suficiente, en este caso Dani y Paco no tuvieron problema alguno y, entre los atmosféricos, fue Miguel quien demostró estar como un toro, subiendo a ritmo descomunal. También fue muy rápido Ángel, que echó pie a tierra en un par de ocasiones antes de parar definitivamente a arreglar pérdida de aire en su rueda trasera, pero subía tan fuerte que yo, sin llegar a poner pie, no logré cogerlo nunca, en cuanto llegaba a su altura, arreaba y me dejaba atrás, qué máquina.
También subió Jordi del tirón, otro fiera, aunque llegó arriba para que lo llevaran a un altar funerario, literalmente. Y es que arriba hay una enorme losa de piedra horizontal que hace las veces de altar funerario o de sacrificios, para los que llegan muertos, o con ansia de estarlo por tanto sufrimiento acumulado. Son piadosos los nucieros. Jordi se acostó en él al llegar, intentamos prenderle fuego pero, tan poca energía le quedaba, que no hubo forma de hacer chispa. La próxima vez me subo pastillas para encender y carbón.
El resto fue llegando en una interminable procesión de rostros agotados que fueron repuestos poco a poco gracias al bocata que allí tomamos. Nunca supo mejor la Nutella.
Ahora quedaba seguir hacia el Coll del Llamp, por senda plenamente ciclable por Ángel, dos o tres metros menos para mí por pérdida de grip, puesto que hay algunos pasos con mucha grava hasta llegada a desvío, donde tomamos senda a la derecha que nos lleva al Cigarrí.
Esta nueva senda para mí, está chulísima, con unas vistas espectaculares a la derecha pero en la que no te puedes entretener mucho, es muy estrechita y primero las aliagas, la caída a la derecha después, te hacen ir con mucha precaución. La senda es muy ciclable, salvo un par de tramos imposibles por escalones o pérdida puntual de grip en zona de piedra suelta. La senda está guapísima.
Y por fin llegamos a la cima, tras casi once kilómetros de ininterrumpida subida desde el polideportivo, calzándonos las protes mientras disfrutamos de unas vistas tremendas, con el Puig Campana a nuestra espalda, el estrecho valle de descenso a Polop por delante, el barranco de la Canal. Una preciosidad.
Se adelanta Chemari para las fotos, inician los más rápidos el descenso, empiezo yo y, en cuanto llevo tres o cuatro metros, frenazo súbito de la rueda trasera…..la patilla del cambio está quebrada….cagonlamar. Ya está la fiesta hecha.
Afortunadamente, se quedan Rafa y Paco conmigo y me serenan un poco puesto que me había agobiado bastante, y ya me daba la vuelta para volver por donde habíamos venido, hasta que me convencieron para quitar cadena y cambio trasero, puesto que todo es bajada. Mira tú, como Aaron Gwin en aquella victoria del campeonato del mundo.
La sensación inicial fue muy extraña, estamos acostumbrados a darnos impulso con el pedal derecho para montar pero no se puede sin cadena, vas demasiado suelto y encima la trialera se pone muy técnica en la parte inicial. Es difícil coger ritmo y confianza.
Esta parte tiene curvas muy cerradas y la senda está abierta entre la vegetación, por lo que existen tallos cortados a ras de suelo con los que no te puedes confiar con la rueda delantera. Se pueden bajar algunas curvas pero se pone imposible cuando hay que enlazar varias seguidas. Hay que tener en cuenta que tampoco conoces aquello, no sé si los más máquinas las bajarían todas, no creo.
Tras esta zona de curvas tan cerradas, nuevo tramo con fortísima pendiente, cortas rectas y zetas cerradísimas, a las que llegas lanzado por la velocidad que adquieres y te las ves de repente, comprobando por las derrapadas la cantidad de gente que se las pasa. La bajada es dura físicamente, agota mucho los brazos por la enorme pendiente que tiene pero, poco a poco, me voy haciendo a ir sin la cadena y comienzo a divertirme cada vez más, a Rafa también se le escucha disfrutar.
Cogemos a parte del grupo en la zona siguiente, donde la pendiente sigue fuerte pero las curvas se van haciendo ciclables. Vamos dejando gente atrás para que cada uno baje a su ritmo, me voy divirtiendo más y más, aunque hay que ir alerta a la fuerte caída que hay a la izquierda y los pinos de la derecha que estrechan mucho la senda pero mi manillar, de 72 mm, pasa bien y la senda se hace cada vez más fácil, no menos divertida.
Fuerte estrechamiento con tronco a la izquierda, piedra a la derecha, trato de pasar pero, al tratar de impulsarme con el pedal para superar el obstáculo….el vacío….cagontó, voy sin cadena, ya ni me acordaba con el subidón.
La trialera es una pasada hasta el final, donde hay un paso peliagudo que Rafa dejó pasar con buen tino, por lo que ni me molesté en echarle un vistazo. Me dijo Jordi que él sí quedó estudiándolo, la próxima vez pararemos y seguramente lo intentemos.
Llegada al final con un gran subidón y con la sensación de haber terminado la mañana para mi, puesto que no me veía siendo remolcado hasta Castellets por Paco y Dani, pese a su amable ofrecimiento…. hasta que saltan Miguel y Ángel y me dicen que pueden intentar arreglarlo, en fin, nada hay que perder, llevo patilla y herramientas de repuesto.
La patilla quedó rápidamente cambiada pero el problema era el cambio, que se había doblado también, coge Ángel una piedra y, a base de golpes, lo endereza, montan la cadena, ajustan los topes y el cambio…..y como nuevo !!! Ver para creer, qué orgulloso estaría Macgyver de ver cómo crecen sus pupilos.
Con los ánimos renovados, retomamos la ruta por la senda de la Alberca, que transcurre a los pies del Ponoig, senda preciosa y muy cerrada, divertida y sin más complicación que un corto tramo de bajada con enorme piedra a la derecha que atrae a los cambios traseros más que un agujero negro. Afortunadamente no cobró víctima alguna.
La senda finaliza en corto remonte hasta la cementada que sube a la Casa de Dios, por la que remontamos un tramo hasta la entrada a la senda de Castellets, por la que subimos un poquito hasta el inicio de la trialera, muy divertida también, en la que hay que llevar cuidado de no pasarte un pronunciado giro a la izquierda y superar corto tramo suelto, con fuerte pendiente y curva a la derecha después, donde Blanca decidió sentarse en el suelo, quizá de forma más brusca de lo que le hubiera gustado pero sin más consecuencias que un montón de maldiciones y el recordatorio de que los guantes hay que llevarlos siempre puestos.
El resto de la trialera es divertidísima y va causando mella sobre las agotadas fuerzas de Esther, que yendo delante de mí para un momento a coger aire cuando ya quedaba poco para finalizar. A mí no me engaña, sabía que iba el fotógrafo detrás y quería salir en el álbum.
Lo comprobé cuando, al continuar la bajada y parar a echar unas fotos en bonita zona de rocas, la vi pasar toda arreglada y bien puesta, con la nueva bici reluciente y brillante. Seguro que se había tirado cinco minutos dándole cera y puliendo cera.
Tras el paso de todos, prosigo el camino y reagrupamos, ya solo queda el retorno al bar, las horas impiden hacer la senda de los Depósitos, excusa perfecta para volver. Menudos 18 kms que llevamos, imposible hacer más en tan escaso recorrido.
Retorno al polideportivo por cómodo carril-bici que aprovechamos para intercambiar impresiones y experiencias vividas, en tiempo escaso que necesitó de unas cuantas cervezas en el bar para completar e incluso de la comida posterior, en la que nos zampamos un riquísimo arroz aunque he de decir que estuve en todo momento controlado por Chemari, para que no me juntara mucho con Esther, y es que solo dos minutos nos bastaron en la KDD del Comtat para liarla gorda. Cuando hay voluntad, las cosas salen rápido.