3/4/18

Pais de Lobos

Dicen que Dios aprieta pero no ahoga, aunque en ocasiones parece que te deje marcados sus dedos en la garganta. Así de mal lo pasamos nosotros.
Y es que fue Rafa quien, hace un par de meses, me lanza un órdago a grandes que rápidamente vi…. ¿Te vienes a Aínsa en Semana Santa?....madre mía, la meca del enduro nacional, uno de esos grandes sueños btteros que tenía la esperanza de cumplir alguna vez. Como para decirle que no.
Pero lo mejor de todo es que no era un farol, iba en serio, así que desde el principio nos pusimos a ver posibles rutas a realizar, buscar compañeros de ruta, hoteles…..todo preparado menos el factor meteorológico, que decidió jugar con nosotros y lanzarnos otro órdago, esta vez a chicas, en el que afortunadamente no caímos aunque faltó poco. Tantos años de mus en la universidad tuvieron su recompensa.
Y es que, faltando una semana para comenzar a rodar, la predicción daba más de 30 litros de lluvia para el Viernes Santo y otros tantos para el día siguiente. Solo librábamos el domingo de ser visitados por el baño celestial. Tuvimos que cambiar la reserva del hotel y rezar, mucho, muchísimo, no quedaron velas que encender en mi parroquia. Nunca el cura vio el cajetín tan lleno de monedas.
Con mucho temor nos pusimos en contacto con los organizadores de Zona Zero, con la esperanza de que nos infundieran ánimos y, afortunadamente, nos tranquilizaron un poco puesto que manejaban las predicciones de otras webs más fiables para la comarca del Sobrarbe: solo tenían prevista lluvia para el primer día, recomendándonos varías rutas que evitaban el barro. La única directriz a seguir: no hacer País de Lobos, era una trampa de lodo.
Efectivamente, fueron mejorando las predicciones, nos fuimos calmando, animando y nos decidimos a salir. Viaje largo y plácido en coche que nos deja en Aínsa el Jueves Santo, bien entrada la tarde. El día es bueno, solo se espera lluvia por la noche y poco importante….¿Qué hacemos mañana?...Rafa lo tiene claro: País de Lobos. Es una ruta que ya había intentado otras dos veces y nunca había completado, era ahora o nunca, a la tercera va la vencida. Ni caso a los consejos y advertencias de los locales. Cuanto más nos prohíben una cosa, más nos gusta.
Salimos al día siguiente desde el hotel para cruzar al otro lado de Aínsa, ha llovido por la noche pero el cielo está despejado y no hace frío, la temperatura es estupenda, huele a limpio. Fotos de rigor al pasar el río Cinca y en el poste de salida oficial de la ruta.

Nos ponemos en camino por una bonita pista paralela al río Ara que nos lleva a Margudgued, población cuyo nombre es más largo que su extensión. Corto tramo de asfalto y entramos en materia, a lo grande, por el barranco de Sieste, ocupado por un río, increíble. Estampa de postal que arranca nuestras primeras sonrisas y caras de asombro. Menuda foto salió de allí.

Muy poco después, cruzamos el río y nos internamos en una pista, ya ascendente, mucho, y con un piso técnico, no excesivo pero que obliga a elegir trazada. Vamos despacio, las subidas de la Zona Zero son conocidas por su dureza por lo que la tomamos con tranquilidad, menos mal.
La pista se convierte en preciosa senda que nos lleva con la lengua fuera, por lo que nos viene bien la aparición del primer tramo de margas de la zona, veremos muchas a lo largo de nuestras rutas, se caracterizan por un suelo gris, color cemento y de grava muy fina, casi arena. Muy llamativas.

Tras las fotos de rigor que nos sirven para coger aire, seguimos por senda hasta completar los 2.5 kms de ascensión total e iniciar corto y bonito descenso por senda hasta alcanzar la pista que lleva a Morcat, único tramo en el que vimos un pelín de barro. Qué suerte tuvimos.
El tramo de Morcat es un bucle que iniciamos con un ascenso por pista de unos cinco kilómetros al pueblo abandonado cuya pendiente es llevadera y nos va acercando poco a poco al objetivo, su campanario, que se vislumbra allá en lo alto. 

Ascenso tranquilo que aprovechamos para charlar, comer algo y echar alguna foto de la Peña Montañesa, repleta de nieve y que domina todo el valle.
La llegada al caserío nos llena de entusiasmo, estamos en lo más alto de la ruta y, al fin, comenzaremos los descensos de la Zona Zero, que iniciaremos tras corta visita a las casas abandonas, semiderruidas, y saludar a unos senderistas que aprovechan las vistas para almorzar. Pocas veces les sabrá mejor un bocata.

Por nuestra parte, nos ponemos las protes y empieza lo bueno. El descenso comienza atravesando el pueblo y por senda bonita, con buena inclinación pero muy limpia, de tierra húmeda, sin barro, hasta alcanzar la fuente de Morcat, en la que paramos a aprovisionarnos del líquido elemento. Parece que la bajada no termina de arrancar.
Fue comentarlo Rafa en voz alta e iniciarse la trialera de verdad, y qué trialera, coge pendiente y aparecen las rocas y las curvas, unas tras otras, cada vez más divertidas, rápidas, cerradas pero que se pueden ir pasando, una tras otra, es la leche….y comenzamos a reír….mucho y muy alto… qué manera de disfrutar, no podemos parar, tres kilómetros de éxtasis total, inolvidable. La mejor bajada de todo el fin de semana y mira que las hicimos buenas.


La trialera finaliza en un barranco por el que atravesamos un torrente, para seguir del otro lado, iniciando un duro ascenso por senda que solo es factible en su inicio, cada uno hasta donde pueda, toca patear un poquito, nada importante.
Pero vale mucho la pena porque alcanzamos lo alto de una cresta en la que la senda se vuelve ciclable, siempre en ascenso y muy bonita porque dominas los dos valles, uno a cada lado, viendo con claridad que vas por el filo, aunque los árboles lo disimulen un poquito.
Seguimos la senda hasta cerrar el bucle de Morcat, deshaciendo parte del camino realizado en la ida para luego seguir por terreno nuevo, siempre por sendero, ahora en subida divertida y algo técnica.
Empezaba a preocuparme por encontrar bikers que venían de cara, lo que suponía que el próximo descenso sería poca cosa pero la senda comienza a bajar entre un mar de piedras, losas y roca de lo más divertido. Otros 1.5 kms que disfrutamos con locura, y decían que las trialeras de la Zona Zero eran limpias y de flow…
Tanto encendidos íbamos que al salir a pista erramos el track y nos internamos en divertidísima y técnica senda plana hasta que Rafa da cuenta de nuestro error y volvemos sobre nuestros pasos. Qué lástima. Acabamos por la pista en la carretera que lleva a Guaso, por la cual iniciamos el ascenso a su iglesia de San Salvador, cuyo campanario hemos estado viendo durante todo el día, allá en lo alto.
Son unos dos kilómetros de asfalto que subimos con paciencia, todavía con la emoción de los bajadones realizados. Llegamos al santo recinto y realizamos las fotos de rigor, disfrutando de las vistas del valle de Ainsa y la Peña Montesa frente a nosotros.

 Nos colocamos las protes e iniciamos nuevo descenso, esta vez más sencillo pero igual de divertido.
Son 2.5 kms cortados por un corto remonte por asfalto y que nos vuelve a dejar en el borde de un barranco. Transcurrimos por una senda que va unos metros por encima del río, dándole picante hasta salir a una pista que, ahora sí, nos lleva al punto de partida, dando fin a nuestra primera ruta en la Zona Zero, que no pudo comenzar mejor.
Por nuestra parte, realizamos corto ascenso hasta la plaza del Castillo, donde comimos muuuuy tranquilamente, no por falta de hambre sino de cocineros en el bar, en una terraza al solecito con una temperatura genial, tal y como indicaban las predicciones una semana atrás, ver para creer. Así también me hago yo meteorólogo.

Aprovechamos la tarde para visitar el establecimiento de Jorge (Jorf), uno de los creadores de la Zona Zero, al que saludamos para comentarle el poco caso hecho a sus consejos y, eso sí, solicitarle sugerencia para el día siguiente, ganando “Bajo Peñas” de goleada. Aprovechamos para comprar productos típicos de la zona y colaborar en el mantenimiento de este paraíso.
Tras ello, paso por el restaurante a reservar un par de buenos chuletones para la cena, provocar un poquito a Chemari y compañía que se encuentran en Enduroland y zamparnos 800 gramos de ternera por la noche, disfrutados como enanos, mucho más al ver las chuletillas que se gastan en Olba.
En nuestro plato las patatas luchaban por entrar en el plato, en el de los alcoyanos era el cacho de carne el que intentaba hacerse ver entre tanta patata frita. No les culpen, tenían la batalla perdida, estábamos en la cuna del chuletón. A jamón nos hubieran humillado ellos.


Ha merescut la pena esperar tant de temps per a poder completar esta ruta.... llàstina no fer-la completa la primera vegada, segur que la hauria repetit.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada