Dissabte rutaka per Benidorm. La trialera de la Font de la Solsida, una ruta pendent des de feia molt de temps.
Copie i pegue la crónica de Carlos.
Hace muchos años, cuando el Foromtb
estaba en todo su apogeo, la Font de la Solsida era una bajada mítica y
típica de las KDD’s Colineras; no había
turrón más duro en la zona Benidorm ni trialera que causara más pavor.
Solo de pensar en bajar por ahí con ruedas de 26” y las geometrías de
entonces, me causa más miedo que ver a Michael J. Fox operando de
cataratas.
Al final, entre unas cosas y otras, nunca pude
acudir a sus convocatorias y la trialera cayó en el olvido por su
dificultad. Solo apta para machotes, según Andrés, por lo que ahí quedo
pendiente pero latente, como ese rescoldo que espera un poquito de
combustible para volver a arder.
Y lo mismo le sucedió a mi
amigo Rafa, así que ambos teníamos esa cuenta pendiente y soñábamos con
tacharla de esa lista de trialeras por visitar, apodada la Interminable,
ya que, por cada una que tachas, incluyes dos más. Crece y crece, como
la vulgaridad en Telecinco.
Sabedor de mi ilusión y deseo, Dani
organizó ruta con “Los Pucheritos” para mostrar la bajada a todos
aquellos que teníamos ganas de visitarla. Se pegaron una currada
tremenda, arreglando la senda, facilitando algún escalón y, cómo no,
aprovechando para estudiar la bajada, ver trazadas, ensayar un poco y
quedar en buen lugar con los invitados. Todos tenemos nuestro orgullo y
Cristiano más que todos juntos.
Y no solo eso, sino que
buscaron enlace con la bajada del Escorpión para completar un bajadón de
siete kilómetros que entusiasmó y puso nuestras fuerzas al límite. Fue
muy físico, casi agotador, nunca se vio a Chemari parar tantas veces a
echar fotos y eso que se había dejado el móvil en casa. Un éxito
rotundo, grande, grande, merecedor de loas, salvas, manteos e incluso un
piso en Benidorm.
Fue una grandiosa jornada que completamos
con la Superenduro en la Sierra Cortina y de la que quedamos muy
agradecidos, alcoyanos y murcianos, aunque faltó Rafa. Ser el último de
Filipinas tiene sus inconvenientes. Él siguió con su espinita, que ya
empezaba a ser grano.
Así que, tras venir del Pirineo y no
teniendo un plan claro, me acordé de aquél proyecto de ruta que tenía
con Rafa, que consistía en unir La Solsida con la Freerider. Contacté
con él y tardó en apuntarse lo mismo que un jovencito en eyacular. Iba a
conocer al Coco de las bajadas de Benidorm y eso que él era más del
Monstruo de las Galletas.
Eso sí, en lugar de hacer la
Freerider, a la que cuesta más llegar, realizaríamos la ruta de Los
Pucheritos aunque sin la trialera de Martins, para no endurecerla en
demasía. La ruta original está pensada para e-bikes y, aunque se puede
hacer perfectamente con atmosféricas, se necesita más tiempo.
A
las ocho estábamos en La Nucía, ambos con atmosféricas, retomando la
Trigger tras la aventura castejonense y con cierta inquietud por ver
cómo se portaba en La Solsida aunque, en realidad, sabía que lo haría
fenomenal y era yo el que tenía que demostrar si estaba a la altura. Los
pilotos solemos pecar de echarle la culpa a todo menos a nosotros
mismos, alguno incluso al paso de un cometa por Plutón.
Inmediatamente entramos en tierra, por cómoda pista ascendente que nos
lleva al colegio Elian’s para bordearlo y seguir rumbo al Mas de la
Monja por el camino de Bodega, viendo con deseo el desvío hacia los
divertidos toboganes que allí se encuentran.
Enlazamos con la
subida tradicional y llegamos al conocido rellano, donde paramos a tomar
algo puesto que afrontábamos el temido ascenso al Coll del Pouet que
es, a las subidas, lo que la Solsida a las bajadas. El Hombre del Saco
con el que los bikers veteranos asustan a los más jovencitos.
Eso sí, en lugar de hacerlo por el ascenso tradicional, optamos por la
margen derecha, la que pasa junto al Mas de la Monja, no solo porque
también lo hiciéramos así con Los Pucheritos sino porque, en mi opinión,
es muchísimo más cómodo que el otro. Pese a un par de rampas duras, es
más constante y el terreno está muchísimo mejor.
Lo único malo
es que te haces la ilusión de poder seguir así hasta arriba pero vuelve a
enlazar con la subida tradicional justo cuando se inicia el tramo más
terrorífico del Pouet, corto pero muy duro, que logré subir del tirón
aunque con leve apoyo de mano en la pared de la izquierda para evitar
golpear el manillar buscando grip. Si pierdes allí la pedalada, te
espera la inevitable pateada.
No fue mi caso y,
afortunadamente, completé la subida sin más incidencias que unos jadeos
que recordaban a una parturienta. Siempre nos dicen las mujeres que solo
las comprenderemos cuando sepamos lo que se sufre al tener un niño,
subir al Pouet en atmosférica debe acercarse bastante.
Ya en el
Coll del Pouet, esperé un poquito a que llegara Rafa, que había
caminado un poquito y no se tiró sobre la conocida losa funeraria del
Pouet por vergüenza, no fuera que unos senderistas que allí se
encontraban le prendieran fuego. Yo le hubiera puesto la bici encima, al
igual que a los vikingos les ponían sus armas para que les acompañaran
en el más allá.
Eso sí, además de la famosa bajada, otra recompensa llega cuando sales del arbolado y faldeas el lado oriental del Puig Campana, porque se abren ante ti unas vistas maravillosas que obligan a parar y disfrutar mientras cae alguna que otra foto. Es imposible no quedarte un rato admirando el lugar, con Alfàs del Pí a lo lejos y mucho más allá Altea, L’Albir y el Mar Mediterráneo.
Y no menos bonita es la llegada a
la Font de La Solsida, a los pies de una característica e
interminablemente fotografiada pared vertical repleta de vegetación. Una
lástima llegar allí y ver que no había agua pero Rafa, que en esto de
las fuentes ya tiene mucha experiencia, pronto observó que el agua
llegaba allí a través de una goma y se puso a buscar el origen,
encontrando la que de verdad es la Font de la Solsida, que sí tenía agua
en su interior.
Se nota que de esto entiende y no como los
ilicitanos, que pensamos que las fuentes solo habitan en los parques
públicos y nacen por generación espontánea, con grifo y todo. El
bocairentino diseña sus rutas pensando en las fuentes del camino para
recargar, por lo que tiene un sexto sentido para encontrarlas. Si
viviera en Elche, estaría en un confinamiento perpetuo salvo que
aceptara a los bares como fuente de pago
Y, bueno, nos
calzamos las protes con un poco de nerviosismo, él por desconocimiento
de lo que le venía, yo por el conocimiento, no sabes qué es peor. Le di
un besito a la Lefty y comenzamos regular, en la primera piedra que hay
que pasar por la izquierda, ya tuve que apoyar un pie para enhebrar la
rueda delantera por el escaso hueco que existe para pasarla.
Rápidamente vi que el terreno estaba mucho más pedregoso y suelto que la
otra vez pero fuimos avanzando sin problemas, es la parte más fácil de
la bajada, la que hace que te confíes y pienses ¿Esto es la temida
Solsida? Tampoco es para tanto….. qué iluso.
Pronto llegan dos
escalones y los problemas porque, la última vez estaban limpitos por
obra y gracia de Los Pucheritos, hoy estaban llenos de grava que
impedían controlar la bici en su entrada y recepción, sobre todo en el
segundo que, junto a una serie de senderistas que allí se encontraban,
me convencieron para bajarlo a pie. Fue la opción acertada, pero ya
estábamos caminando y todavía no había llegado a la mandanga.
Pronto llegan dos tramos de roca en pendiente ascendente y caída gorda a
la izquierda, que caminamos de nuevo puesto que solo de pensar en
golpear con los pedales en la pared de la derecha da pavor, y seguimos
un poquito más, ya sobre dos ruedas, en otro tramo bonito y exento de
dificultad hasta llegar a nuevo rellano.
Allí volvimos a parar y
fotear porque, ahora sí, llegaba la parte más dura y potente de la
bajada que, en su inicio, todavía se deja ciclar a base de ir esquivando
rocas pero que, poco a poco se va complicando hasta llegar al
rock-garden más salvaje que haya hecho nunca, porque llega una recta
criminal, muy empinada y totalmente rocosa donde has de buscarte la vida
como buenamente puedas, sobre las dos ruedas o las dos suelas.
Me fue inevitable dejar tres pasos sin hacer, con la Rail fueron dos,
notando mucho el incremento de dificultad que supone manejarse por allí
con la atmosférica. Aun así, creo que un paso sí me lo haría, los otros
dos los veo más complicados o, directamente, no los veo.
Llegamos a curva a la izquierda y se vuelve a complicar todo puesto que
hay dos trazadas, una interior sobre losa, otra exterior que parece el
trazado original. Intento la interior pero tiene varias curvas muy
cerradas al final que tendría que cortar y, la verdad, no llevo ritmo y
me bajo, para escarnio de Rafa, que comenzó a reírse de mí. Ten amigos
para esto.
Tras giro a la izquierda llega un nuevo rock-garden,
potente pero más asequible, ya lo hice del tirón con la Rail, también
cayó con la Trigger aunque con bastante más trabajo. Supongo que el
rodar tres días seguido por los Pirineos con la Trek hace que te
habitúes más a la geometría de la eléctrica y, la verdad, noté mucho el
cambio a la Cannondale. A lo fácil se acostumbra uno rápido.
Tres curvas cerradas que cogí bien y seguimos bajando, ahora en zona
algo más sencilla, siempre plagada de roca y muy divertida. Se trata de
un tramo que termina con otra doble curva, muy potente la segunda, que
probablemente no realice en esta vida, sí la primera con la Rail, no con
la Trigger, a la que llegué algo justo por mor del escalonazo previo.
Lo dicho por Andrés, es una bajada para machotes, de esas que tendríamos
que hacer una vez al mes. Me encanta, te lleva al límite.
Seguimos y poco más adelante cogimos senda a la izquierda, saliendo del
PR puesto que es la que nos permite enlazar con el Escorpión tras corto
rampón sobre roca, que subimos a pie con las atmosféricas. La eléctrica
sube sin problemas.
El enlace es corto y pronto volvemos a
bajar, ya en el Escorpión, que comienza ratonero y divertido, con mucha
curva y buena velocidad hasta internarnos en el bosque y cambiar el
terreno, algo más rocoso y con cierta atención en no golpear los
manillares en algún pino.
La parte más divertida es la central,
de nuevo en rock-garden muy chulo, con un puntito técnico bonito pero
asequible, nada que ver con lo experimentado más arriba, finalizando en
nueva zona rápida hasta atravesar pista y entrar en la última parte de
la trialera, que te recibe con bonitas escaleras de roca y nuevo
pedregal donde, esta vez sí, tomé la trazada de la derecha y descubrí
que es muchísimo más fácil que la izquierda, finalizando la bajada con
zona rápida y terrosa, con poco grip y varias curvas que la hacen muy
rápida hasta salir a pista tras pequeño escalón.
Fue una
explosión de alegría que ponía fin a algo más de 5.5 kms de bajada, muy
potente en su inicio, algo más relajada al final. Todos los meses
tendríamos que hacerla, aprenderíamos mucha técnica y daríamos trabajo a
dentistas, traumatólogos y funerarios. También tienen derecho a vivir.
Llega un tramo de pisteo en busca de la Sierra Cortina, interrumpido
por divertida zona de toboganes y el paso a pata para cruzar el Barranc
de Fort, en el que una caída a la derecha puede ser fatal. Monté en el
tramo de ascenso, algo más ancho.
Salimos a asfalto y seguimos
por la derecha, puesto que dejaríamos de lado la trialera de Martins,
cayendo pronto a la carretera habitual que nos lleva a Benidorm y que
abandonamos poco antes de llegar a la subida por cortita senda.
Y llevábamos un rato con un tiempo que se nos iba cerrando, comenzando
un chispeo que se va intensificando hasta comenzar a llover con algo más
de fuerza, poca en todo caso, pero que nos recomendó la parada bajo un
pino en el inicio del ascenso a la Sierra Cortina. Fue solo un momento,
en esta zona las lluvias son muy pobretonas.
Pronto retomamos
la marcha y el corto ascenso a la cumbre, aprovechando para las fotos
con Terra Mítica y Benidorm a nuestros pies, su islote de fondo. Y
giramos a la derecha para buscar el inicio de la Superenduro, aunque me
sigue gustando más iniciarlo desde el otro lado, mucho más complicado.
Tramo rápido y divertido, con mucho curveo y algún salto al final que
nos deja al inicio de la subida, que solo hay que atravesar para seguir
por el otro lado y, ahora sí, coger la Superenduro propiamente dicha.
Con su primer tramo ratonero, rápido, repleto de curvas y pinos por
igual, debiendo llevar más atención a los segundos que a las primeras.
Esta primera parte finaliza en curva a la izquierda donde se adquiere pendiente y llegas al fondo, realizando corto remonte después hasta dejar pista a la derecha y entrar en la segunda parte de la bajada, también muy divertida pero ya con un par de zonas repletas de rocas que le dan un puntito de intensidad a la trialera. La mejor parte de la bajada.
Aunque no debemos desdeñar la tercera, que hoy sí que hicimos y es la que baja al fondo del barranco, en una parte divertida y técnica típicamente ilicitana que disfruté muchísimo, previo paso de dos túneles en los que se hace recomendable quitarte las gafas y evitar pegarte un guantazo de frente en la curva cerrada del primer túnel. El hormigón tiene mucha pintura de barbuquejo y algún que otro empaste.
Al final del todo, sales del barranco por la izquierda, realizas cortísimo remonte y te vuelves a dejar caer, en senda rápida y sencilla, con un único paso de cierta dificultad y por la falta de grip, que supone el redondeo a una gran trialera.
Ya solo nos quedaba el regreso a los coches por asfalto y carril-bici donde, toda el agua que faltaba en el barranco y que evitamos en la lluvia, acudió a nosotros en los aspersores que regaban los jardines. Salimos de allí bien fresquitos.
Al llegar a los vehículos, decidimos ir a buscar el bar de “Los Pucheritos” con la esperanza de encontrar a alguno de sus integrantes que no hubiera viajado a Güejar Sierra, en Granada, donde estaban disfrutando de las grandes bajadas de la zona, entre ellas el Veleta.
Tras un par de titubeos acabamos llegando al bar, no dudaba de ello, los bikers tenemos un sexto sentido para los almuerzos y, si el punto fuerte de Rafa es encontrar fuentes, Los Mataos lo tenemos para encontrar bares, por lo que pronto lo pudimos distinguir en lontananza y saludar a Alfonso, un Pucherito defensor de los medidores electrónicos de presión para los neumáticos. Los digitales no le gustan, duelen demasiado.
Fue un entretenido y rico almuerzo que sirvió para recordar el rutón, anécdotas del día y buscar rutas futuras, puesto que La Solsida ya la puede tachar Rafa de su lista pero seguro que le deben haber entrado un par de trialeras más
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