27/8/17

Cumbre del Sol. La Vuelta'17

Hui una altra ruta en la bici per a vorer La Vuelta en la etapa que finalitzava a la Cumbre del Sol a Benitatxell. Amb la fenómenal companyia de Carlos i la seua crònica.... clar.
De nuevo aprovechamos Rafa y yo la excusa de la Vuelta a España para realizar otra ruta juntos, quedando a las 9:00 en Benitatxell puesto que son las fiesta de l’Ollería y Rafa necesita un poquito más de tiempo de descanso porque, además, había estado malo durante la semana. Bueno eso dijo, seguro que si investigo por el Facebook encontramos fotos suyas vestido de moro y con un cubata en la mayo a las tantas.
Una vez en las bicis, lo primero que hacemos es buscar un bar para tomarnos un cafetito, en mi caso un bombón al 50 % de café, la cucharita casi queda de pié entre tanta leche condensada, a mí me encantó, me pierde el dulce y debe estar barato.
Con tranquilidad iniciamos la ruta, en dirección a las urbanizaciones de Xàbia, dejando la Cumbre del Sol a nuestra derecha, que visitaremos al final. Recorremos más de diez kilómetros por carreteras locales, de escaso tráfico a estas horas, que visitan un rosario de urbanizaciones hasta llegar a la costa, aprovechando para comprobar que el parque móvil de la zona está invadido por coches alemanes de alta gama, la Merkel se sentiría como en casa.
Una vez comienzan las vistas de la costa, en el Portixol, hacemos la primera parada antes de internarnos en una corta trialera que baja a la Cala Barraca.

Aprovechamos para hacer unas fotos y, cuando íbamos a ponernos las protes, observamos que hay cartel que advierte a los ciclistas, no dejan pasar. Nos da bajón, dejo las protes en la mochila y decidimos bajar pero muy despacio. Supongo que es una zona donde mucha gente baja a la playa y alguna vez toparían con algún biker engorilado de más. Suelen pagar justos por pecadores.
Bajamos muy despacio, la trialera es sencilla, echando pie a tierra al encontrarnos a unos senderistas que subían y en unas escaleras a las que se le veía agujero tras el escalón que no daba confianza.
Tras esta pequeña decepción llegamos a la Cala Barraca donde ya hay gente bañándose, y eso que está nublado. Realizamos las fotos de rigor y reanudamos la marcha por costarrón impresionante por asfalto entre chalets de playa, alguno de los cuales debe tener un precio superior a lo que yo pueda ganar en toda mi vida y en la otra.
Salimos a la carretera que lleva a la Cala Granadella para abandonarla rápidamente por otra urbanización hasta que, finalmente, llegamos a un mirador que recordé de la ruta de hace dos años, con Pedro y sus “Abocaetes”. Está bastante abandonado, la hierba está invadiéndolo.

La tristeza nos invadió al asomarnos y ver que todo lo que tenemos por delante está quemado. El año pasado un incendio arrasó con buena parte de la vegetación y se ve todo muy desolado. A lo largo del día vimos que algo va rebrotando, sobre todo las palmeras, pero quedan muchísimos años por delante para que el paraje quede recuperado, a no ser que aprovechen para urbanizar lo poco que queda.
Al retomar la marcha, le indico a Rafa de continuar por una senda distinta a la que hicimos hace dos años, la he visto en el Google Earth, en algún track de Wikiloc y promete. Resulta ser muy corta, pero estrechita y divertida, creo que mejor que la inicialmente prevista, que no dejaba de ser una pista.
Salimos a ella y superamos varios rampones fuertes por un terreno muy suelto que Rafa sufre un poco por la acumulación del esfuerzo de ayer, la enfermedad de la semana y las escasas horas de sueño, por la causa que fuera. Ni todo eso pudo con el bocairentino.
Dejamos la pista en un giro a la izquierda para ir hacia rampa hormigonada que todos recordábamos, corta pero con un porcentaje de narices. La inicias bajando hasta el fondo del barranco por el que volvimos hace dos años tras prolongado pateo, para subir en una pendiente criminal que recuerda mucho a la hormigonada de Beneixama.
Subimos con tranquilidad y seguimos por la derecha, todavía pisteando por terreno algo arenoso y que se encamina hacia la Cumbre del Sol, seguimos cogiendo rampas cortas aisladas que van machacando a Rafa. El suelo está lleno de boñigas de caballo que sorteo casi sin mirar y dando saltos con la destreza adquirida en la Transalpina con el excremento vacuno.
A las faldas de una urbanización que se encuentra bajo la Cumbre del Sol, se inicia corta trialera a la izquierda, muy técnica, por lo que decidimos ponernos la protes. El inicio es complicado porque apenas tiene pendiente y la senda se ha llenado de piedras de cierto tamaño, por lo que es complejo coger la suficiente velocidad para ir pasando obstáculos sin quedarte encallado en ninguno. Lo voy pasando poco a poco pero bien.
El problema llega cuando alcanzas una serie de zetas, muy cerradas, que no puedo pasar porque me falta la técnica necesaria para hacer los “endos”, o la técnica eslovaca que llaman otros, es decir, clavar de delante y girar levantando la trasera. Tendré que practicarlos porque tuve que bajarme en tres ocasiones para superarlas. Pongo a Aaron Gwin por testigo que alguna vez lo conseguiré !!!
Cojo la cámara una vez abajo pero Rafa viene pateando y sin intención de subirse, se nota que no está en plenitud. Una vez llegado al fondo, la senda es ciclable hasta salir de nuevo a un corto tramo de carretera donde hay una parcela con un montón de caballos, dando explicación a tanto excremento visto.
Dejamos pronto la carretera por pista sencilla a la izquierda y que pronto se pone descendente hasta la entrada de la trialera que baja a Cala Granadella, que recordábamos muy divertida. Nuevamente con las protes iniciamos la marcha y la tenemos que parar inmediatamente, hay un reguero tremendo que se ha llevado la senda.
Me preocupé un poco porque, tal y como estaba, la pateada iba a ser monumental pero, afortunadamente, pronto deja la senda y se puede ciclar, aunque a duras penas porque la senda está fatal y parece más de trial que otra cosa, has de ir poco a poco, superando obstáculos uno tras otro, buscándote la trazada por donde puedas.
Me suelen gustar este tipo de sendas pero es muy triste encontrártela así, la erosión posterior al incendio lo ha reventado todo, estoy seguro que por ahí ya no pasan bicis.
Paro en una curva para mostrarle a Rafa la trazada buena pero veo que viene caminando, está como yo, un poco desolado por cómo está todo, quemado y con la senda reventada. Paso este tramo de escasa ciclabilidad y vuelvo a montar, ahora sí hasta finalizar la senda, el final se hace un poco mejor, Rafa también monta.
Y todo hasta salir al barranco que baja a la Cala Granadella, que vuelve a estar totalmente reventado, no hay senda, es todo piedra arrastrada y hemos de ir alternando tramos apenas ciclables con otros donde no es posible. Bueno, igual salta Rubén y nos dice que el 99 % es ciclable pero ya sabemos que suele ser muy optimista en estos cálculos y tiene una pasmosa habilidad para superar obstáculos. Figúrense cómo estará aquello de roto que ninguno de los dos recordábamos el tramo y era el GPS quien nos tenía que sacar de dudas.
Finalmente llegamos a la Cala, donde vino lo mejor del día, el baño en sus fantásticas aguas. El día no estaba caluroso pero la humedad era muy alta y estábamos completamente sudados. Nos cambiamos tras unos arbustos, dejamos la ropa sobre las bicis para que se fuera secando, nos vamos al agua y veo mi error, la playa es de cantos rodados y no me he traído chanclas, Rafa ha sido más listo….esto puede ser como en el Lago di Garda, 2ª parte.

Vamos a la orilla, con cuidado en mi caso, tratando de evitar los cantos rodados más grandes y veo que para llegar al agua, hay que bajar por una pendiente de la que me acordé mucho al salir.
Nos bañamos durante un buen rato, el agua estaba fenomenal y disfrutamos del momento, poco habitual en nuestras rutas. Lo bueno llegó al intentar salir de allí, remontando la cuesta hasta la playa….¿Es que podía?....entre el daño que me hacían las piedras en la planta de mis pies y que más que remontar, lo que hacía era mover las piedras para atrás, acabé saliendo a cuatro patas y como pude, casi arrastrándome, en una estampa muy cómica que espero no haya grabado nadie y, así, poder salvaguardar mi honor, si alguna vez tuve…
Tras mucho esfuerzo y risas, logré salir del agujero en el que se encuentra la playa y, con los pies doloridos, llegar a las bicis, donde nos secamos un poco y nos fuimos a disfrutar del segundo gran momento del día…..el bocata !!!
Íbamos un poco recelosos de la experiencia de hace dos años, donde nos pegaron una monumental clavada en uno de los bares de allí, mientras la alegre camarera nos recordaba, con una sonrisa maliciosa en la boca y la factura en la mano, que estábamos en la Cala Granadella.
Volvimos a ver al bar e incluso a la camarera, deseándoles suerte en su caza de turistas pringaos, nosotros ya tuvimos suficiente con la primera vez, por lo que fuimos a otro en el que se veían unas bicis a las afueras, estampa tranquilizadora como la de encontrar camiones en el parking de un bar de carretera. Eso sí, fíjense en el color de las luces.
Entramos y nos zampamos unos espectaculares bocatas de calamaret, disfrutados al aire libre, con la playa al fondo y al precio habitual. Pocas veces he almorzado tan a gusto como ese día, qué bueno estaba el bocata.

Tras el relajado almuerzo, cogemos la ropa de la bici para volver al bar y cambiarnos en los aseos mientras nos tomamos un cafelito, tras el cual reiniciamos la marcha puesto que nos queda el retorno a Benitatxell aunque es mucho más corto que la ida.
Iniciamos la vuelta por carretera, viendo senda paralela que visitaremos en próxima ocasión, hasta coger barranco a la izquierda, ciclable en su inicio pero de infaustos recuerdos dos años atrás cuando Pedro, en un salto de fe en el Google Earth, trató de seguir el fondo del barranco encontrándonos con la amarga sorpresa de que no era ciclable, por lo que tuvimos que patear, arañarnos mucho y, encima, Rafa dejó una rodillera enganchada en unas zarzas que solo pudimos recuperar unas horas después. Es lo que tiene diseñar una ruta, suele salir bien pero a costa de algún experimento fallido, el único que no falla es el que no inventa nada.
En esta ocasión, evitamos el tramo por zona de bajada, por lo que se hizo evitable un porteo al estilo “Platillao” en l’Ollería, muy empinado pero mucho más corto. Lo pasé sin despeinarme por lo entrenado que vengo de los Alpes, por menos de media hora ya casi ni me pongo. Finalmente, acabamos saliendo a una torre eléctrica a partir de la cual ya se podía ciclar tranquilamente hasta volver a salir a la cementada por la que pasamos al principio, aunque ahora en sentido contrario.
Seguimos, ya en dirección de vuelta a Benitatxell, siguiendo el track hasta entrada en senda a la derecha donde, sospechosamente, hay pintada una cruz con las pinturas de PR. Decidimos seguir el track y pronto descubrimos el motivo del corte, la senda está invadida de pinos quemados y por el suelo, el paisaje es desolador, de echarse a llorar. Se llega a perder la senda.
Nos vemos obligados a bajar de la bici y pasar campo a través por donde podemos, esquivando troncos y ramas, tratando de no engancharnos con nada, costó lo suyo pero lo conseguimos aunque fuera acabando tiznados de negro ante la atónita mirada de unos senderistas que por allí pasaban.
A partir de ahí, lo que tenía que ser un desplazamiento cómodo por pista paralela a la carretera, se convirtió en un “pasa por donde puedas” donde llegamos a plantearnos si valía la pena seguir así.

Menos mal que al fondo se volvía a ver el bosque que, aunque tenía los árboles parcialmente quemados, al menos seguían en pie y se podía pasar. Tras atravesar este triste tramo, giramos a la derecha y descendemos en dirección a la carretera, cogiendo nuevo giro a la derecha que nos vuelve a internar en el bosque pero donde, afortunadamente, las llamas no llegaron y pudimos disfrutar de un precioso tramo de senda descendente, bonito de verdad.
Acabamos saliendo a la carretera y volvimos por ella a Benitatxell, que nos recibió con un par de fuertes rampas que acabaron de agotar las justitas fuerzas de Rafa, pasando por los coches a quitar peso a nuestras mochilas (protes, toallas, bañadores….) y poner rumbo a la Cumbre del Sol para ver el final de la etapa. Me confesaría Rafa más tarde que, de haber surgido la posibilidad, con mucho gusto hubiera vuelto a l’Ollería, dejando la Vuelta Ciclista a España para verla por la tele.
Como no la hubo, pasamos por la cafetería donde habíamos desayunado a coger agua fresca con la que esperar a los ciclistas y, lo que en un principio iba a ser una botella para compartir, se convirtió en dos botes de Aquarius por cabeza y una botella para cada uno. Así de bien entraba el líquido fresquito en nuestros acalorados cuerpos. Por la tele pudimos ver que la carrera todavía estaba saliendo de Villajoyosa, con Benidorm al fondo, teníamos tiempo.
Afrontamos con tranquilidad el ascenso a la Cumbre del Sol, las rampas son fuertes pero no son problemáticas para los desarrollos de montaña, además, el asfalto hace más sencilla la ascensión, mucho más tras el descanso para reponer líquidos. Rafa está muy recuperado e incluso me pide darle un puntito más de velocidad a la subida.
Llegamos a un cruce por donde bajará la carrera en su primera ascensión, donde hay una zona de sombra y césped envidiable que nos invita a tirarnos un rato y esperar el primer paso de los ciclistas. Esperamos fresquitos y a gusto a los participantes, a los que animamos sin parar en su meteórico paso; era flipante ver cómo tomaban la curva donde estábamos situados, a una velocidad de vértigo sobre un neumático de risa.

Pasada la primera vuelta, remontamos con las bicis para situarnos más arriba, más próximos al final del etapa, encontrando un lugar donde dejar las bicis y subir a pie por la montaña para coger un lugar en alto, puesto que ya no era posible situarse junto a la carretera por estar llena de gente.
Llegamos al lugar desde donde vimos la carrera dos años atrás pero comprobamos que todavía podíamos situarnos mucho mejor, por lo que aprovechamos la oportunidad colocándonos en una zona donde controlábamos una bonita curva de herradura y una fuerte rampa posterior, todo dentro de la zona vallada, en el último kilómetro a meta.

Tras un rato esperando, tranquilamente sentados, con buena temperatura y entretenidos por el buen ambiente, pasó la caravana publicitaria con el conductor del Lamborghini disfrutando como un enano del cochazo, que seguro que no era suyo por la forma de llevarlo. Más adelante llegaría la carrera, encabezada por los gallos, que se dieron cera pero un poquito más adelante.

Disfrutamos viendo pasar al resto del pelotón, con algún ciclista exaltado, animando al personal, hasta que, finalmente, decidimos poner punto final y volver a los coches, a los que llegamos en un santiamén, adelantando a varios automóviles en la bajada.
Ya en nuestros vehículos, y mientras recogíamos las cosas y montábamos los porta-bicis, se me acerca Rafa con una botella de agua fría. Resulta que se había traído de l’Ollería una nevera con hielo solo para encontrarse con una botella de agua fresca al final del día. Si hubiera sido del Madrid le hubiera cantado aquello del “cómo no te voy a quereeeerrrr….”
Tras disfrutar del trago, pusimos punto y final a este fin de semana de ciclismo, tanto de montaña como de carretera, deseando, eso sí, que la próxima vez solo pongan un final de etapa en Alicante por fin de semana, que dos seguidos son bastante exigentes, sobre todo con el bono-bici, que quedó muy churrascado.

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