Copie i pegue la crónica de Carlos.
Hay películas inspiradoras, de esas que las ves y guían tu destino por siempre jamás, una generación de abogados nació de “Matar a un ruiseñor”, de inconformistas con “Invictus”, de soñadores por “Cadena Perpetua” y de “Trainspotting” grandes sistemas de aspiración y perfección en la técnica “jeringuillar”, que tan provechosa es hoy en día para vacunar. Pongan a unos yonkis a inyectar vacunas y antes del verano habremos terminado con la pandemia.
Pues bien, a mí me marcó “Salvar al Soldado Ryan”, película en la que no se duda en sacrificar a un pelotón de valientes soldados con tal de evitar que una familia pierda todos sus hijos en la contienda, dando la misma importancia al reencuentro de los padres con su hijo que la Pedroche a un traje bien cortito en Nochevieja.
Tanto caló en mí ese mensaje que, en cuanto me enteré de que la familia Polo tenía dos bikers endureros en su seno, y que nunca habían salido juntos, hice de ello la tarea de mi vida, entregándome a la reunificación más que Maradona a la cocaína, aunque con menos éxito.
Y es que en el primer intento, por Estivella, las inclemencias meteorológicas impidieron que Julián pudiera subir a Valencia, por lo que muy tristes tuvimos que hacer un rutón por la Calderona con trialeras de escándalo, almuerzo tremendo y paella exquisita al finalizar. Lo dicho, gran sufrimiento el de aquél día.
Todavía recuerdo aquella última y fatídica bajada donde llorábamos desconsolados mientras descendíamos a todo trapo esquivando piedras. Me siguen viniendo a la cabeza los lamentos de Mapache, lanzando su brazo al aire clamando al cielo con rabia…¿O era entusiasmo y los alaridos de felicidad?...qué va.
Pues bien, tras aquel “fracaso” tan rotundo, nos vimos en la obligación de volverlo a intentar, esta vez un poquito más cerca para facilitar el reencuentro, en Canals, en ruta organizada por Rafa y que, esta vez sí, parecía que tendría éxito.
Es por ello que contratamos banda de música, compramos confetis, serpentinas y hasta contactamos con Isabel Gemio para reedición del clásico “Sorpresa, Sorpresa”, pero llegó una lesión de última hora y nuestro plan se hundió. Qué putada, tendríamos que volver a quedar, lamentaba mientras la sonrisa se me escapa por las comisuras.
Así, con algo de retraso por culpa del biker sin navegador móvil, que tuvo que llegar al punto de origen a la vieja usanza, preguntando, comenzamos la ruta con nuestro buen amigo Mapache, gran forero con el que compartimos multitud de risas y alguna que otra KDD en la época dorada del “foromtb”, que vino acompañado de Guille, la gran sorpresa del día puesto que hacía cuatro años y medio que no coincidíamos, casi nada, desde aquella mítica ruta por Quatretronda que me muero por repetir.
Con ellos venía también Jesús, gran tipo al que tuve el placer de conocer en el día de hoy, otro grandísimo bajador y almorzador, demostrando gran destreza en las dos vertientes del enduro, importantes por igual. Y, cómo no, nuestro sherpa y organizador, Rafa, el biker de los bocatas de medio metro y los almuerzos imposibles. Rutas de trialeras técnicas y ágapes espectaculares, por si no quedaste satisfecho con las primeras. El único disgusto te lo puede dar la báscula al llegar a casa. Yo creo que tiene trucada la suya.
Salimos de Canals en dirección a l’Alcudia de Crespins y, de ahí, por el Camí d’Anna pusimos rumbo a Montesa, con su castillo dominando el paisaje, en una primera parte de ruta tranquila y rodadora que nos permitió ir poniéndonos al día y comenzar a planear encuentros futuros que, al fin, permitan el tan ansiado “arrejuntamiento” Polar.
Así, tras 8.5 kms llegamos a las rampas que nos elevaron al Castell de Montesa, con un último tramo divertidísimo por unas escaleras en las que me faltó el último escalón, muriendo en la orilla y comprendiendo la cara que se le queda a una fémina cuando, a punto de alcanzar el clímax, escucha suspirar relajado a la contraparte. Una putada.
Y disfrutábamos allí de las bonitas vistas del lugar hasta que Rafa se empeñó en mostrarnos el subidón por pista que teníamos por delante, perfectamente visible desde donde estábamos, rebajando nuestra euforia al nivel de la fémina anterior. Desde ahora prometo empeñarme en aguantar más.
Así que reemprendimos la marcha con tranquilidad, no sin antes realizar una última foto de recuerdo de tan bonito lugar.
La
subida fue mucho más llevadera de lo previsto, unos 3.5 kms por el Camí
d’Enguera hasta el Corral de Campanillo, donde nos desviamos a la
derecha por otro tramo de pista, mucho más roto, donde Mapache nos contó
sus aventuras familiares en antros del estilo “Abierto hasta el
Amanecer”, de donde salió besando el suelo por seguir vivo. Le
recomiendo pedir consejo a Rafa para estas cosas, es el gurú de los
bares. El día que saque la guía Tipotane, Michelín volverá a dedicarse
exclusivamente a vender neumáticos.
Y
así, tras 13 kms de ruta, llegábamos a la primera trialera del día, la
del Cortafuegos, que comenzaba tranquila hasta que alcanzamos zona de
escalones y la bajada se convirtió en algo divertidísimo, encarando uno
tras otro entre tramos rocosos que elevaron nuestra moral al nivel de
una renta a devolver.
Eso
sí, cortamos la bajada antes de tiempo con el fin de retomarla al final
de la ruta, algo que finalmente no fue posible por falta de tiempo,
puesto que tocaba interrumpirla a medio camino por la izquierda para
tomar senda por la Umbría de la Plana que me encantó, con un primer
tramo sube y baja divertidísimo, de esos de pedalear, que disfruté
mucho, haciéndose de bajada justo al final, poco antes de salir a la
pista que baja al Castillo de Enguera.
Pero
nuestro destino era otro, por lo que remontamos unos metros para
abandonarla a la derecha y coger la bajada de La Mota, que probablemente
fuera la mejor día, tanto por la bajada en sí como por lo bonito del
lugar, muy cerrado y verde, dando la sensación de pertenecer a otro
lugar e incluso época. Te podías imaginar perfectamente a un
velociraptor salir de la vegetación aunque, personalmente, preferiría un
brontosaurio. Prefiero los herbívoros cuando la presa soy yo.
Y
no quiero dejar de hacer mención a la calidad de las trialeras de
Enguera, me sorprendieron muchísimo, no había escuchado hablar del lugar
y la zona tiene unas sendas increíbles, muy verdes, cerradas y bonitas,
con sus piedras típicamente valencianas pero sin pasarse, donde puedes
dar un poquito de marcha a la bici, algo menos en la del cortafuegos,
que tiene más mandanga aunque nunca en exceso. Vayan a Enguera y saldrán
satisfechos.
Ya
en la Casa de la Mota tocaba remontar por pista hacia el Castillo de
Enguera, que estaba en proceso de restauración y no pudimos disfrutar,
obligando a volver en otra ocasión. Gran putada a la que también
contribuyó la falta de tiempo y el recorte de la ruta.
Así
que, poco después de pasarlo, cogimos pista a la izquierda que acabó
convirtiéndose en senda que transcurre por el barranco de Lucena, sin
duda la senda más rápida de las realizadas en la zona de Enguera y que
nos permitió soltar frenos con alegría, culebreando las curvas con
entusiasmo hasta alcanzar la Casa de Lucena y poner fin a la bajada.
Y
como en Valencia el almuerzo a mitad de ruta es una religión tan
inquebrantable como la vagancia para un funcionario, pusimos rumbo al
pueblo con el fin de disfrutar de un buen bocata, bebida, café y chupito
entre grandes risas y bromas, sobre todo con el dueño del bar, el único
que curiosamente se subía la mascarilla para escuchar y se la bajaba
para hablar. Habrá que explicarle mejor la función del filtro.
Por
cierto, le lanzó un buen puñal al bocairentino, indicándonos que el
herbero de Bocairent es un invento de uno de Enguera, que financió su
plaza de toros y les explicó cómo realizar tan insigne brebaje. Tuvo
suerte de que nuestro guía se encontrara fuera, de haber estado presente
hubiéramos tenido que pararlo entre cuatro, el pobre barman no sabrá
nunca lo cerca que estuvo de morir por exceso de presión en el cuello.
Y
como era un poquito tarde, pusimos rumbo directo al punto de partida,
no sin antes visitar un paraje espectacular y salido de la nada, la
Fuente de Marzo, una laguna formada por las aguas del rio Anna.
Paramos
un ratito a disfrutar de aquello y disparar fotos sin cesar, la zona es
bonita de veras, aunque no nos atrevimos a catar el agua; quizá
deberían pensar en cambiarle el nombre por el de otro mes más cercano al
verano puesto que mojarse allí en marzo debe suponer una pelea a muerte
con osos polares y pingüinos por un lugar en el que dejar la toalla,
donde solo sobrevivirán aquellos que hayan competido con los jubilados
en Benidorm.
Pasamos
junto al pueblo de Anna y paseamos por caminos hasta volver a entrar en
pista boscosa por La Pollisada, donde disfrutamos de una corta bajada a
todo trapo que acabó con susto morrocotudo del fotógrafo profesional
del grupo…..no, no, no soy yo….el que escribe es un fotografiador a
granel, que tira tanto que sale algo aprovechable por pura probabilidad.
Y
es que, de la nada, surgió un tremendo reguero inevitable que obligó a
meternos dentro mientras cundía el pánico y salvábamos los muebles de
milagro, con el único efecto secundario en forma de cana del Polo mayor.
Durante unos minutos tartamudeó más de la cuenta.
Eso
sí, pronto nos vimos recompensados por corta senda que se cogía a la
derecha y que fue, sin duda, la que tuvo más flow de todo del día,
sencilla, rápida y muy divertida, que nos dejó con la sonrisilla
asomando por nuestras comisuras mientras que ya veíamos Canals en el
horizonte y olíamos las cervezas finales.
Allí
entramos en el primer bar que encontramos con terraza y lugar donde
dejar las bicis, en el que se respiraba un ambiente un tanto peculiar en
su interior que todavía nos convenció más para quedarnos fuera, por lo
que inmediatamente salimos a disfrutar de las cervezas al aire libre
mientras organizábamos futuras salidas que pongan fin a este
inexplicable periodo de separación familiar.
Y
así, para febrero quedó establecida visita a Alcoy, todavía más cerca
del lugar de residencia del Polo menor, por lo que pido que se cuide
mucho hasta entonces y haga posible la foto imposible pero, sobre todo,
que esté bien listo para abril, donde visitaremos un lugar que todos
añoramos gracias a los documentales de “La 2”, el Serengueti, aunque
temo que allí no te coman lo leones sino las piedras, tengas que saltar
como una gacela para evitar que te cojan y acabes machacado como si
hubieras sido pisoteado por un búfalo si no lo consigues.
A
lo tonto, a lo tonto, con la excusa de los Polo ya llevamos dos rutacas
preciosas y dos mañanas prodigiosas….estooo, Julián, que tampoco tengas
tanta prisa por venir !!!
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