10/12/20

Ruta de l'Aigua-Penya Cortada

 Copie i pegue la crónica de Carlos.

 

Fantástica ruta nacida gracias al trabajo de un constructor de tracks como Gabi, de 3enruta.com, y un probador como Rafa, el cual se prestó voluntario a testear el primer boceto con la simple condición de que, si las cosas no salían bien, las costas del entierro las pagara el alcoyano. Tuvo suerte el biker más grande de todos los tiempos, mucha menos la funeraria.
Con esa primera prueba realizada, por fin pudo arriesgarse Gabi a llevar a los suyos, a Jordi Climent, Lluís y Óscar, puesto que sabía que su vida no corría peligro, como mucho una colleja, y desarrolló una ruta cuyas fotos y vídeo solo tienen que ver y admirar, brutal, una maravilla, aunque la ruta hay que ganársela a pulso. La comida y cerveza del final les sabrán como nunca.
Pues una vez la tropa del “pajarraco” hubo realizado el recorrido, nos tocó a nosotros ir a probarlo, evitando una muerte segura por envida puesto que, cada vez que visionaba sus vídeos, tenía que ponerme la pastillita bajo la lengua y avisaba a mi mujer para que tuviera listo el desfibrilador.
Decididos el bocairentino y yo, solo había buscar pring…..digo amigos, que nos acompañaran en tan insigne aventura, algo muy fácil de hacer, era compartir el vídeo de Gabi y caían como moscas, si la variante inglesa del Covid fuera tan potente como ese vídeo, ya podíamos tirar las vacunas a la basura, habríamos caído todos antes de que nos tocara.
Así que para el evento, se decidieron a acompañarnos Luís, el endu-rallyman más joven de espíritu que conozco, Joan acompañado de su oveja negra, dejando en casa a su chica de sonrisa blanca, y Jordi K, al que me dio mucha alegría volver a ver después de algún mes sin hacerlo. Una putada que viniera con menos horas de sueño que coeficiente intelectual tiene un colaborador de “Sálvame”.
Empezamos la ruta en la localidad valenciana de Calles, curioso nombre que habrá generado mil anécdotas entre sus vecinos a la hora de aportar su dirección en algún papeleo. Vivo en Calles, en la calle Planta nº 3, Planta 3º….en fin, más de un funcionario debe haberse suicidado intentando aclararse o, más probable, habrá pedido baja laboral por estrés.
La ruta empieza muy bonita desde sus primeros metros, junto al Río Tuéjar y en dirección a Chelva por la denominada “Ruta del Agua”, muy conocida y parte de la cual había realizado hace un par de años con mi mujer.
Se trata de una preciosa senda junto al río que empieza de maravilla, con una escalera de piedra de grandes peldaños que dieron emoción a nuestro descenso. Son ciclables con un poquito de fe, no todos la tuvieron.
La senda transcurre junto a una antigua y abandonada fábrica de luz, donde unos operarios de mantenimiento almorzaban y fumaban tabaco condimentado, tal y como se deducía por el aroma reinante. Sonaba Bob Marley como melodía de fondo.
Tras subir un corto tramo de escalones acabamos llegando a la Playeta, bonita zona de baño en verano donde realizamos las fotos de rigor, abandonando “La Ruta del Agua” para poner rumbo al Pico del Remedio.

 
Salimos por el Camino Viejo de Tuéjar, con Chelva a nuestra derecha, viendo allá a lo lejos y muy alto unas antenas con edificación adyacente. Ya saben lo que sucede siempre que se ve algo así al inicio de una ruta en MTB, es el destino final, es una verdad tan inexorable como que Donald Trump no es capaz de decir dos verdades seguidas. Su cerebro colapsaría por sobredosis de honradez.
Así que nos ponemos a pistear en busca de nuestro destino, por el Camino de Espés, Camino de Burgos y Camino de Arquela hasta un bonito nevero, donde paramos un momento a tomar algo. Estamos en un lugar muy bonito, encajonado entre montañas y a la vera del rio Tuéjar.
Es aquí cuando giramos a la derecha por el Camino de la Solana Carreras y comienza el verdadero ascenso al Pico del Remedio, con unas primeras rampas de aúpa, donde destaca un kilómetro con una rampa media del 20 %.
Pista perfecta para probar tus amistades, si después de ella te siguen hablando, ya tienes amigos para siempre. A alguno le costó un tiempecillo hacerlo, mientras Luís trotaba como mariposilla por el bosque. Alguna vez tengo que ver qué le echa a su agua.
Cambiamos al Camino de Andariel, ya con unas rampas mucho más suaves y llevaderas hasta las casas de Mozul y el camino del mismo nombre, que poco después nos deja en la carretera que lleva a Chelva pero que abandonamos muy prontito para hacer el último tramo de subida al pico, al que se llega con una sensación de triunfo y alivio espectacular, finalizando una subida de 25 kms. Que sepa Gabi que le seguiré hablando, aunque poco.
Y como no podía ser de otro modo, las vistas del lugar son espectaculares, con Chelva a nuestros pies y totalmente rodeados de montañas, llegando a ver incluso varias cumbres repletas de nieve. El paraíso, si no fuera por un viento huracanado que obligaba a las vacas a morder fuerte la hierba, no para comerla sino para evitar salir volando.

 
Nos resguardamos para descansar y tomar algo, buscando burlar al gélido y fuerte viento reinante, tras lo cual retomamos la ruta deshaciendo unos cientos de metros hasta entrar en una senda que te recibe con un primer ramponazo de narices y que nos hace finalizar a todos pateando.
Se trata de una senda montañera, con suelo asfaltado de las rocas típicas valencianas, esas que salen de abajo para arriba, haciéndola muy técnica y divertida, sobre todo cuando llegas a lo más alto y comienzas a crestear, cabalgando Luís y yo hasta que el primero decide echarse a dormir en un paso, y es que iba con tan poca velocidad que le entró sueño. Afortunadamente fue plácido.
Le cogí el relevo y, la verdad, disfruté mucho de la senda y el cresteo, que alternaba bajadas y subidas hasta que nos llega otro segundo rampón infernal donde, de nuevo con Luís delante, veo que queda atascado en un paso, cambio el lugar de paso y logro llegar arriba del tirón, casi sin saber cómo, entrando en modo “Titanic”, ya saben…..soy el rey del mundoooo….
El subidón fue tal que, a partir de ahí, ya nada me pudo parar en todo el día, ni el tercer repecho ni el trialerón posterior que te deja en el Llano de Andariel, una divertidísima y estrecha senda entre el bosque, con un suelo de tierra inicial, rocoso al final. Sin demasiada dificultad pero de una belleza tremenda. Un tesoro la senda Mozul.

 
Tras un cortísimo pisteo, continúa la senda en forma de serrucho con tres subidones tremendos puesto que atraviesan dos barrancos, los de Espés y Currutaco, dándole un picante tremendo a la senda, que te deja con las piernas en carne viva. Un único pie y porque Luís, tan enfrascado en la subida como iba, se saltó una curva y siguió recto fuera del trayecto.
Si le había entrado un apretón, no nos lo dijo, simplemente le avisamos para decirle que iba por fuera de la senda, algo de lo que comenzaba a darse cuenta mientras atravesaba arbusto de medio metro. Imagino que, al final, tuvo que defecar en otro sitio.
Ahí volví a tomar la delantera y, la verdad, cómo subimos el rampón posterior al barranco del Currutaco es algo que ni Luís ni yo podremos explicar nunca. El paredón que nos encontramos tras la bajada en “V” fue digno de película de terror pero, lejos de cerrar los ojos, apretamos los dientes y le dimos gas a tope para, sin saber cómo, llegar arriba. Debí pensar que iba con mi eléctrica y Luís que lo iba remolcando. De locos, como Joan murmuraba a nuestras espaldas mientras caminaba. El grip era acojonante.
Con ese tremendo subidón llegamos al Camino del Cantal y, ahora sí, alcanzamos la Ermita del Remedio, muy bonita y llamativa, digna de una película de Berlanga aunque sin gente. El día estaba muy desapacible, por lo que pudimos fotografiar a gusto.

 
Llegó ahora el descenso de la senda del Remedio, una durísima bajada asfaltada de rocas pero con ancho suficiente como para que vayas escogiendo trazada sin problemas. Lo iniciamos con Joan en cabeza pero muy pronto tuvo que darle el relevo a Luís puesto que bajar aquello con la rígida era de una exigencia titánica, similar a la de Belén Esteban cuando le hacía los ejercicios de infantil a Andreíta entre pollo y pollo.
Fue un gustazo seguir la rueda de Luís, experto en bajadas rápidas, con una facilidad de trazada y movimiento sobre la bici que nunca deja de sorprenderme, bueno sí, cuando veo que me lleva con la lengua fuera y me cuesta horrores aguantarle. Un lujazo ir a tu rueda, amigo. Hoy lo pasé en grande contigo.
Pequeño descanso en una bonita casa azul que se encuentra a media bajada, el Descansador, que parecía una parada de autobús en toda regla salvo por el pequeño detalle de que por ahí no pudo bajar un autobús en la vida, como mucho un burro-taxi.
Y ya por fin acabamos el corto tramo final que nos quedaba de la bajada, que no gustó a todos por igual pero que a mí me encantó. Bajada dura de verdad, muy física, en la que mejor no tocar suelo para no dejar sin existencias a los yesaires de la zona.

 
Pronto enlazamos esta senda con la de “La Florida”, pese al pequeño despiste en su entrada que pronto nos resolvió el bocairentino. Rafa no ve las sendas, las huele, se echa un puñado de tierra a la boca y te dice a cuánto está y cómo es. Si se da cuenta de que alguien ha meado en su muestra, no lo cuenta.
Pasamos junto a la Fuente de La Gitana, la plaza de toros de Chelva y volvemos a alejarnos del pueblo por el Camino Viejo de Alcotas, hasta llegar a zona de aparcamiento y coger nueva senda, con rampa muy potente al inicio y tramo técnico después, que obliga a desmontar en alguna ocasión. El lugar es fantástico.
Pero lo que te deja sin habla es lo que aparece tras una curva a la izquierda, un imponente puente romano que atraviesa el Barranco de la Cueva del Gato y que tiene una altura realmente respetable. Si te caes, te da tiempo a rellenar el testamento por el camino.
Tras un buen rato de estar anonadados y con la boca abierta, decidimos cerrarlas y pensar que menos mal que allí no soplaba el viento porque el puente habrá aguantado más de mil años, pero las barandillas no. Se pasa a pelo, aunque menos mal que la anchura es suficiente como para no pasar susto.

 
Disfrutamos como niños cruzando el puente de un lado a otro, incluso con caballitos por parte de Luís que no fueron fotografiados por el susto del que les escribe, que pensó que se nos caía por el precipicio, aunque nada más lejos de la realidad, este hombre tiene más sangre fría que la Infanta Cristina declarando en el caso Noos.
Pero es que si esto ya es para quedar alucinados, no se queda atrás lo que llega a continuación, la Peña Cortada, que es justo eso, una mole de piedra por la que han cortado un pasillo de un metro como con una radial, es decir, con una precisión milimétrica hasta arriba del todo, que tendrá una altura de diez o veinte metros. Alucinante, sabiendo que no había radiales en esa época, no quiero imaginar la de lija que allí se gastó.

 
Pero una vez superada la Peña Cortada, queda ahora un preciosa senda rocosa que se va internando en las faldas de la montaña mediante una serie de túneles con ventanas en las que no son obligatorias las luces pero sí recomendables, puesto que puedes quedar a oscuras en algún corto tramo, justo el más estrecho, de un máximo de 75 mm de anchura, mi manillar fue el único que pasó.

 
El asombro de los allí presente era palpable, y es que aquello es alucinante, tramo que finaliza al abandonar el sendero por la derecha, para bajar al fondo del Barranco del Tío Chicharrito tras divertida y corta bajada.
Y como siempre tras un barranco en esta ruta, fortísimo rampón después, que logramos subir Luís y yo para llegar arriba y continuar por bonita senda que finalizaba en fuerte tramo escalonado que nos obligó a desmontar hasta conectar con la Rambla de Alcotas, sobre todo tras ver como Joan se acostaba sobre unas matas tras pasarse de pivotada y comprobar que el Kom en ese tramo lo tenía un tal Paco Solaz.
Solo quedaba un corto sendeo por la rambla que finalizaba en unas escaleras y daba al Camino de la Peña Cortada, poniendo rumbo a Chelva con la sensación de haber hecho una ruta dura por el subidón inicial y los repechacos intermedios, pero en la que habíamos visitado unos lugares espectaculares y realmente especiales.
Por mi parte, lo pasé de miedo, me encantó la ruta, amo esas subidas duras y técnicas por senda, las bajadas del Mozul y del Remedio, muy buenas, y la sensación de que se sube más de lo que se baja queda totalmente compensada con ese final maravilloso que te deja sin aliento.
Gracias Gabi, repartidor de felicidad, eres el biker más grande del mundo, no sé si por tu técnica bajadora pero, desde luego, por la creadora de unas rutas grandiosas que compartes con todos nosotros. Y también por tu buena mano a la hora de buscar “dummies”, ese bocairentino que lo prueba todo por una cerveza y un entierro “pagao” no tiene precio.
Menos mal que solo pide la cerveza y no el almuerzo entero….

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada