23/6/19

Sant Vicent del Raspeig amb els Mataos

Nos encanta la bici, rutear, compartir aventuras con los compañeros, realizar subidas técnicas pero, sobre todo, disfrutar de buenas trialeras. Es ahí cuando lo damos todo, como cuando en acto amoroso te da una rampa en el gemelo y aguantas el tirón como puedes tratando de disimular mientras rezas para llegar a culminar. Es el orgasmo bttero. 
Somos capaces de lo que sea con tal de disfrutar de una gran bajada, realizar subidas interminables, a veces con buenos pateos, donar litros de nuestro sudor al terreno para ayudar con la sequía pero, lo que no había visto nunca, es lo de hoy. De lo que llega a ser capaz el biker con tal de repetir una buena bajada. Leer para creer.

San Vicente del Raspeig es un destino clásico en “Los Mataos”, no obstante viven allí parte de nuestros integrantes y padres fundadores. Nuestro grupo se creó como punto de confluencia de ilicitanos, alicantinos y sanvicenteros.
Y dentro de San Vicente, se erige el Barrio Granada, hogar de nuestro comandante Samaritano, como cuartel general y lugar de salida de “Los Mataos” desde que tengo uso de razón, o sea, tampoco hace tanto, nunca destaqué por ello.


Allí nos presentamos multitud de “Mataos” y unos cuantos amigos más, tanto de San Vicente como nuestro gran amigo Rafa, el Matao valenciano al que, por estas fechas, solemos invitar para ayudarle en su particular operación bikini. Acaba de comenzar su temporada de BiB (Bici i Bany) y queremos ayudarle a esconder esas lorzas que tanto afean las fotos. A partir de ahora ya podrás respirar cuando le des al botón, Rafa.

Debería decir que iniciamos la ruta con tranquilidad, camino del Moralet, alternando carretera local y caminos, aunque faltaría a la verdad ya que Antonio, con el subidón de sentirse anfitrión de tan nutrido grupo, impuso un ritmo endiablado que costó aguantar incluso a los eléctricos, imagínense a los atmosféricos.

Empiezo a pensar que se resiste tanto a pasar al litio porque, en realidad, lleva escondido un pequeño motor en la Trance. Será cuestión de arrimar la oreja a ese cuadro. Es conocida su afición a los almuerzos y, por tanto, sus ganas de llegar al bar, pero si acabamos la ruta a las 9:30 todavía tenemos el desayuno en la panza. Un poquito de paciencia, por favor, y no dejen en cabeza a ese hombre !!!

Así, el pobre Rafa comenzó a recordar lo que era salir con “Los Mataos”, un esfuerzo constante por conseguir que llegue oxígeno suficiente a sus pulmones, ya no digo nada de las piernas. Comenzó a acordarse de mí en situaciones poco favorables para mi persona y yo a sufrir por una emboscada en nuestra próxima ruta juntos, el lunes por Llutxent. Comencé a buscar en Google el texto del Padrenuestro actual, yo soy del antiguo e igual no es tan efectivo.

Por fin entramos en las sendas del Moralet, el famoso tramo de subida en el que Marcos, fruto de esa fogosa e insultante juventud que tiene, apostó con eléctricos y atmosféricos el almuerzo para quien subiera del tirón. Lo conseguimos todos menos él. Cuenta la leyenda que todavía está fregando platos en “Casa Paco”. La próxima vez cargará un estropajo en la mochila y Fairy en el Camelbak.

Yendo delante los más trialeros, con los Pacos (Perea y Linde) infiltrados en nuestras líneas, seguimos subiendo hasta donde pensábamos que separaríamos nuestros grupos, pero aquellos cortaron antes y los pobres se vieron solos y con nosotros, viendo un brillo de terror en sus ojos. Ni un inspector de Hacienda provoca el mismo efecto.

Por tanto, apiadándonos de ellos, fuimos en busca de los veteranos, que rápidamente encontramos para devolver a esas dos ovejas descarriadas a su rebaño y, ahora sí, separar ambos grupos, nosotros al Sabinar, ellos a Xirau y vuelta por Cazadores. Gran elección, muchas ganas tengo de volver a realizar dicha senda.

Así, siete “Mataos” quedamos en nuestro grupo para llegar al Altiplano y comenzar el festival de sendas y bajadas de la zona, donde hay multitud donde elegir. Todo iba a ser nuevo para seis de ellos excepto una bajada, es lo bueno de tener tantos amiguetes en la zona, Kuko , “La Marea Amarilla” y “Bikers de Alicante”, un auténtico privilegio.

Iniciamos la diversión con la Whistler, tras potente remonte por cresta que logramos completar Luís y yo, afortunadamente la subida estaba muy limpia; sin grip y un poquito de suerte es imposible.

Una vez arriba, disfrutamos de las preciosas vistas desde la cresta y seguimos en busca del famoso pino que señala la entrada a la Whistler. El problema es que allí llueve tan poco que los pinos no alcanzan más allá de la cintura y nos pasamos la entrada. Los bonsáis no son un invento japonés, se crearon en San Vicente por la falta de lluvia.

A ello contribuyó que la senda siguiera adelante, animándonos Rafa a continuar pero sin saber dónde salía ni si sería ciclable.


 Quizá lo intentemos la próxima vez, por la tarde descubrí que esa bajada es conocida como “Las Meonas” por parte de la “Marea Amarilla”. Alguna vez preguntaré por el origen de dicho nombre. O alguien se rajó, o pillaron in-fraganti a alguna visitante de las raves del lugar con su ropa interior en el suelo. Apostaría por la última opción.

Nosotros deshicimos algo de camino e iniciamos el descenso, fue un error quedarme el último porque los primeros no se fiaron desde el inicio y bajaron a pie. De comenzar con alguien montado, se hubieran animado a intentarlo. La bajada es divertida y se caracteriza por curvas cerradas, con mucha pendiente y, sobre todo, poco grip a estas alturas de año. Mucha tierra suelta.

Por mi parte, lo pasé fenomenal y me lo bajé todo del tirón, el resto lo disfrutó de mitad para abajo y tachó la bajada de su lista. La próxima vez iremos por “Las Meonas” y esperemos no cambiar su nombre por “Las Cagonas”.

Una vez abajo, nos fuimos a buscar “Las Crestas”, por lo que iniciamos el ascenso al Geodésico por senda que el grupo no conocía y que tiene un corto tramo final potente y escasamente ciclable, a mí hoy me salía todo, hasta llegar al punto de las últimas zetas al Geodésico, que nosotros ahorramos. Para próxima ocasión, igual subimos tres curvas más porque desde allí se puede alargar la bajada.

Advertí a los compañeros por ser la bajada más potente del día, muy empinada y con mucha piedra, también escalones. Tras ello nos lanzamos y disfrutamos muchísimo de ella, el terreno estaba fenomenal, muy limpia la bajada excepto en su tramo final donde ya aparece la piedra suelta. 

El bajadón fue un triunfo rotundo para todos excepto para Rafa, que pinchó fruto de tanta piedra y escalón. Rápidamente pudo meter una mecha y seguir, puesto que es un biker con práctica, ya lleva cuatro mechas en su neumático trasero. Quizá vaya siendo hora de comprar una mecha con neumático incorporado para ahorrar tiempo.

También hizo como que pinchaba Julio, pero más tarde se descubrió el pastel, ya os contaré, si os lo digo ahora, no seguiréis leyendo y os ahorraría el esfuerzo de seguir. Vuestra salud ocular me lo agradecerá, hay que evitar el ojo vago, algo menos vuestras hemorroides. Leer en el baño no es sano aunque sí placentero.

Seguimos la ruta enlazando por senda con el Camí del Coc, aquel que lleva de vuelta al Altiplano del Sabinar, en subida tranquila y constante que se lleva bien, no tanto, el ascenso de la “Hijaputa”, cuyo bautizo ya hace suponer su grado de dureza, a la que ayudaban los 40 grados de temperatura. Menos mal que había mucha sombra, San Vicente se caracteriza por ella.

Llegamos al afamado rellano de “Los Jóker” y el “Coche Quemao”, donde tuvimos que tomar una dolorosa decisión, teníamos pensado hacer “Jóker III” pero lo dejamos estar por falta de tiempo. Nos lanzamos directamente por el “Coche Quemao”.

Se trata de una trialera conocidísima en la zona y que realizo con “Los Mataos” desde que comencé a salir con ellos, pero no por eso deja de ser igual de divertida, me encanta, de esas en las que puedes dejar lanzar la bici y rodar a velocidad absurda sobre rocas y algún que otro escalón. Divertidísima.

La bajada la conectamos con “La Camuflada”, que no conocía el resto del grupo y que también gustó a todos salvo por los tres ramponazos que tiene y que pasaron factura a más de uno, fundamentalmente al bocairentino, que comenzó a sentir el aliento de los buitres en su cogote.

Salvo dichas rampas, la senda es muy divertida y rápida, con mucho flow, alargándola un poquito más al seguir por la izquierda en un pequeño cruce donde te internas por una bonita y entretenida zona de pinos hasta salir a pista.

Aún quedaba otro tramo muy divertido, al internarnos por la izquierda en senda con bancales y saltos que disfrutamos todos como enanos, hasta nueva salida a pista y, ahora sí, iniciar el retorno a San Vicente y el bar, no sin antes pasar por dos cortas zonas trileras y con algún que otro salto más. En San Vicente gustan mucho de luchar contra la gravedad, alguno casi lo consigue. Hay mucho máquina por allí.

La aparición del bar fue una bendición para todos pero, sobre todo, para Rafa, que comenzaba a desfallecer y tener instintos asesinos sobre mi persona, que espero no cumpla el próximo lunes. No se extrañen si están asistiendo a mi última crónica y hagan el favor de no dar saltos de alegría, disimulen un poco al menos, que uno tiene su corazoncito.

Divertido almuerzo en “Casa Paco”, donde los más veteranos estaban finalizando el ágape, y relatamos las experiencias propias y futuras, con un fin de semana fantástico que nos espera en Enduroland la última semana de junio.

Fue al llegar la hora de pago cuando Julio “cayó en la cuenta” de que le había saltado la cartera en “Las Crestas” cuando se puso a arreglar el pinchazo. La jugada no le salió mal, almuerzo gratis y repetición de trialera, a la que llegó en coche, encima con remonte. Muy pillo él. Casualmente, encontró la cartera. Son muchos años ya.

En fin, divertido fin de semana que hubiera sido preferible con menos calor pero que no impidió que lo pasáremos de miedo. Espero que a Rafa le saliera barata la botella de oxígeno.

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