Copie i pegue la crónica de Carlos......
Tengo un gran amigo en l’Olleria al que realizo visita de vez en cuando, menos de lo que me gustaría, pues tengo la agenda más estresada que la de un artificiero con Parkinson.
Me encantan sus rutas, sus emboscadas como yo las llamo, de auténtica montaña, inevitable algún pateo, hacia arriba pero también bajando. Rutas técnicas en su máximo exponente. Si le preguntas por el flow, te dirá que es una marca de detergente. Todo lo que sea superar los 10 km/h, es velocidad de vértigo.
Ya llevábamos un tiempo tratando de concretar ruta por Llutxent, había diseñado un mix de dos recorridos que realiza por las sierras de la zona. Me pasó las crónicas de su blog (“La Meua Manera de Perdre el Temps”) y, o bien la palabra pateo se repetía con demasiada frecuencia, o mi valenciano es rematadamente pobre. No descarten la segunda opción puesto que me encanta el “bocadill de jamó”.
Al fin pudimos cuadrar agendas y allí me planté a las 7:30, puesto que el precio de salir un lunes fue invitar a comer a mi mujer y no podía volver tarde. Debí haberlo sospechado cuando accedió de tan buena gana, yo pensando que se le había ablandado su corazoncito. Todavía no he querido ver el cargo de la tarjeta, máxime al ver su maligna sonrisa en cuanto nos trajeron la cuenta.
Por nuestra parte, atravesamos el pueblo con tranquilidad y comenzamos a pistear por el Camí de la Catalana, en continuo ascenso que nos sirvió para ir viendo distintas sendas sobre las que investigar en posteriores visitas. Todas tienen un pinta fenomenal.
Poco antes de llegar al Camí de les Eretes, nos desviamos a la izquierda en nueva pista y, ahora sí, comenzamos a subir con ganas, aunque con cierta facilidad por lo arreglado del terreno, incluso con tramos hormigonados. Fue una grata sorpresa para los dos porque, en sus crónicas, se definía esta zona como un infierno de pateada segura.
De todos modos, ahora que no nos oye, les diré que él disimulará pero a mí no me engaña, tan buen anfitrión es, que seguro se ha pasado una temporada con azada y legón, arreglando la pista para mi visita. Gran trabajo le ha quedado por cierto, que también le agradecerán los medios de lucha anti-incendios.
Y es que, a media subida comenzamos a internarnos en la zona devastada por el fuego dos años atrás, vamos en dirección Barx y el Mondúver se ve al fondo. Gratos recuerdos me traen. Una pena ver los árboles ennegrecidos pero daba esperanza observar la gran cantidad de arbusto que va creciendo por debajo, de un verde muy intenso. La sierra se va recuperando.
Pasamos junto al Puig Agut, que no descarto visitar, junto a otra senda de investigación obligada y, por fin, se para Rafa para indicarme que hay que seguir por un amago de entrada que se ve más adelante.
Mirando me quedo tratando de ver por dónde, hasta que veo una pequeña hendidura entre un follaje muy espeso que me recordaba las pelis eróticas de los setenta. Difícil acertar entonces con tanto pelo enredando, imagínense con un manillar ancho. Prefiero las ingles brasileñas.
Por tanto, la trialera que nos lleva a la Font de Rafal nos recibe a arañazo limpio, apenas se puede circular pero, afortunadamente, solo fueron unos diez metros, los que imagino faltaron por limpiar a Rafa, el resto estaba impoluto, de vegetación, porque piedra no quita ni una, yo creo que las va metiendo.
Y es que a partir de entonces entramos en una de esas trialeras “made in Rafa”, de esas trababas y trabajadas, con piedra por doquier, de ir buscando continuamente la trazada y no descansar ni un segundo en la concentración. Me encantan estas sendas, de técnica y casi de trial. Se nota que por allí no pasa nadie, hasta las cabras van con integrales.
Con manos y mucho trabajo vamos completando la trialera, dejando un cruce para investigar en posteriores visitas puesto que el mapa indica que hay salida por allí. Nosotros continuamos el descenso, yo disfrutando muchísimo con esa orgía de piedras y rocas, hasta llegar al tramo final que es el único en el que hay que bajarse por necesidad, está imposible pero solo por unos veinte metros que algún motero ha destrozado tratando de subir por ahí.
Pasamos junto a la Font de Rafal, pisteamos un poquito y, tras giro a la derecha, iniciamos nuevo tramo trialero aunque no tan técnico como el anterior, no está exento de piedra pero puedes dejar correr la bici un poco más. Menos exigente, muy divertida.
Acabamos saliendo a pista y volviendo a las afuera de Llutxent, completando un bucle que me gustó mucho, con trialera de escándalo.
Y de nuevo remontamos el Camí de la Catalana, siguiendo por el Camí de les Eretes, también en muy buen estado, con el Castell de Vilella a nuestra derecha, muy bonito, que fotografiamos en la distancia.
Lo más curioso de todo fue encontrarnos dos bikers de cara, que nos preguntaron si seguíamos por la pista, pero al decirles que sí nos recomendaron encarecidamente dar la vuelta porque aseguraban haberla realizado hasta el final y no tener salida, por lo que tuvieron que deshacer el camino.
Solo había que ver la sonrisita traviesa de Rafa cuando les decía que él si pensaba que había salida y que ya la había hecho en un par de ocasiones. Les veía las rígidas carbonatadas, con cubiertas de rally, y tenía claro que no eran el tipo de bikers capaces de encontrar la salida a dicha pista.
Les invitamos a seguirnos pero el otro compañero se percató de nuestras bicis, protes e intención, por lo que declinó nuestra invitación con vehemencia, casi con terror. Hicieron bien. Nosotros seguimos divertidos, yo intrigado, hasta llegar al famoso punto donde terminaba la pista ¿Y ahora qué?
Pues resultó seguir por la izquierda, en senda ascendente con pateo, imposible de hacer en bici, cortísimo, apenas diez metros, hasta alcanzar la senda de arriba, que sí era ciclable y muy chula, cresteando con piedra y algún que otro escalón. En cuanto vimos que comenzaba el descenso, paramos a ponernos las protes, con Almiserat y Llocnou al fondo.
Pero no empezó muy bien la bajada porque, tras unos metros, nos encontramos un reguerazo brutal que obligaba a desmontar, me cabía la bici dentro, seguido de una serie de curvas cerradísimas y mega-técnicas, imposibles para nuestra habilidad, que hicieron que siguiéramos pateando. Comenzamos a pensar que esa sería la tónica de la bajada.
Pero, afortunadamente, el buen hacer de Rafa con las rutas salió a relucir y la senda se volvió ciclable, bueno, desde de punto de vista Rafaelístico, es decir, sin poder pasar de 10 km/h en ningún momento. Comienza una sucesión de piedras y escalones técnicos que me hicieron disfrutar muchísimo. Trialera de gran habilidad, muchísimo más que la primera, con pasos más complicados y empinados, de diez. A mí me encantó, a mi cambio trasero un poquito menos.
Pudimos completarla hasta el final salvo por algún paso puntual que dejamos, alguno por imposible, otro por desconocimiento, si se repitiera la bajada un par de veces más, se podría hacer casi toda. Una brutalidad de trialera. Lástima que, como en el caso anterior, haya un tramo final reventado por las motos, que se empeñan en subir por esos sitios y no lo consiguen, afortunadamente.
Llegamos a Almiserat por su cementerio, el cual debe estar repleto de víctimas de la bajada, su grado de dificultad lo merece, entrando en un bar a quitarnos las protes mientras disfrutábamos de un rico y rápido refresco mientras los abuelitos del lugar nos contaban sus batallitas con las bicis de antes. No importa la edad, uno es biker hasta que se muere.
Iniciamos el tranquilo retorno a Llutxent, pasando por Llocnou hasta alcanzar el Camí Reial de Gandía, por el que circulamos durante unos kilómetros que deberían haber sido muy sencillos de no ser por mis problemas con el cambio trasero, la cadena se me salía hacia adentro por la roldana inferior. En algún toque había roto la pieza de metal que lo impedía. No entiendo cómo pudo ocurrir, era una ruta tan limpia...
Un par de veces tuve que parar hasta que encontré un desarrollo en el que todo parecía ir bien y no lo toqué hasta la vuelta, comenzando a tener Rafa problemas con su neumático trasero, al que ya había tenido que arreglar nuevo pinchazo bajando la trialera de Almiserat. El quinto en su rueda trasera.
Le dimos aire y seguimos la nerviosa vuelta, girando a la derecha en el Pont de les Bigues y casi sin hablar por miedo a que se rompiera algo más. Era increíble pero, ahora que rodábamos por pistas y carreteritas locales, era cuando nos llegaban los problemas mecánicos y la hora comenzaba a echárseme encima.
Todo ello provocó que la entrada a Lutxent, programada por Rafa por unas divertidísimas escaleras junto al cementerio local, se convirtiera en un descenso de bikers artríticos a cámara lenta, parecíamos viejecitos bajando, uno tratando de no dejar sin aire la rueda trasera, en mi caso porque la cadena no se volviera a salir.
Afortunadamente, pudimos llegar a los coches justo en la hora programada aunque sin tiempo suficiente para almorzar, por lo que será cuestión de volver a visitar a Rafa para compensarle de tan alto agravio. Ni la cerveza se pudo tomar después.
Por mi parte, llegué a tiempo a casa, con mucha suerte, puesto que descubrí que, además del tope interior del cambio trasero, tenía rota la patilla del cambio. Todavía no me explicó cómo conseguí llegar al coche.
Aconsejo a Shimano o SRAM que patrocinen a Rafa, sus rutas crean pingües beneficios en sus cuentas de resultados. Las ventas de cambios traseros se disparan cuando él organiza algo. Ya llevo tres cambios traseros con la Trigger y una patilla de cambio en sus salidas.
En fin, me sale más caro que mi mujer pero, qué quieren que les diga, sarna con gusto no pica, el dinero está para disfrutarlo. Gracies, amic !!!
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