La de hoy fue un ruta muy importante para mí, hacía siete años menos tres semanas que vi Jordi por última vez, en Sumacárcer y en tristes circunstancias, en ruta organizada por él pero en la que mi precipitación me hizo caer con graves consecuencias, acabé en el hospital y comenzaron dos tristísimos años de lucha por volver a montar de nuevo.
Afortunadamente, aquí estoy de nuevo, dando la brasa otra vez, con interminables crónicas con efectos laxantes que he de compensar con fotos. Nueve de cada diez bikers leen mis andanzas en sus cinco minutitos de relax diario en la taza, y ya no se tienen que agarrar a ella haciendo fuerza. A ver si la OMS les reconoce sus beneficios terapéuticos.
Pues tras tantos años esperando este día, intentando cuadrar agendas, por fin se pudo dar la alineación astral necesaria para que nos volviéramos a ver en ruta organizada por Rafa, y me emocionó bastante, la verdad. Era la forma de quitarme una enorme espina y cerrar un círculo que nunca debió empezar.
Y como en todo gran acontecimiento y victoria, siempre hay víctimas y daños colaterales, voluntarios que se apuntan con entusiasmo a una contienda y que se ven envueltos en un mar de fuerzas que los arrastra sin saber dónde ni cómo. Esta vez fueron Gabi, Paco y Vero, que no conocían las rutas de Rafa y no las van a olvidar. Solo espero que no le hayan hecho un muñequito de trapo y estén practicando acupuntura con él. Con suerte alguno repite, el síndrome de Estocolmo existe.
Os prometo que es buena gente, un fantástico amigo, aunque con una medida de la ciclabilidad poco clara, algo miope en este aspecto. Si hubiera gafas que arreglaran la disfunción visual de la ciclabilidad, las de Rafa serían de culo de vaso y no estaría mal que se las dejara, de vez en cuando, a Rubén, de Alcoy, que sufre el mismo “mal”, como Vicent, el Rotero de las pateancias interminables. De todos modos, que no se las pongan demasiado, a mi me encantan sus puntos de visión actuales.
A las ocho estábamos todos como un clavo en Rafòl de Salém, preparados para la salida…..¿Todos?.....todos
Aprovechamos mientras tanto para saludarnos y presentarnos, no conocía a Manolo, el compañero de Jordi. Dos auténticos máquinas que, sabiendo de las rutas de Rafa, acudieron con dos Spark pese a tener bicis de enduro, para darle un poco de emoción al asunto. Para ellos todo es ciclable, se lo bajan todo, hasta la cuesta de enero.
Otros que llegaron confiados de más, pero en este caso por desconocimiento, fueron Paco y Vero, que venían de Valencia, dos habituales de bike parks, con tarjeta oro en cada uno de los que hay en España y parte del extranjero. Acostumbrados a saltos y mesetas pensaban que unas cuantas sendas tampoco serían para tanto, pero no contaron con que eran sendas de Rafa, otro nivel, y no trajeron protes. No les volverá a pasar.
Una vez completado el grupo, iniciamos la ruta con ritmo vivo, ascendiendo primero por asfalto, después por pista en dirección a la Casa Forestal de Les Planises. Increíble ver los coches que nos pasaron por la pista, sabíamos de la operación salida y la invasión de madrileños pero que buscaran la playa por la pista de la Umbría del Benicadell...
El objetivo era coger la senda de La Gota, sin dificultad alguna pero que, precisamente por eso, resultó una escabechina que terminó con dos bikers en el suelo, el primero víctima del amor de la vegetación por la especie humana, sufriendo agarrón en su manillar sin consecuencias importantes; el segundo por no evitar piedra en mitad de la senda lanzada por el biker precedente. Recuerden, si son capaces de oler las ventosidades del que va delante, es que van demasiado cerca.
El resultado de la segunda caída fue pequeña pero profunda herida en el antebrazo derecho de Paco, reincidente según nos explicaba Vero, siempre se lleva ahí los golpes; sería suficiente con que sus protes fueran del tamaño de un parche, no le hacen falta más grandes y le resultarían más baratas.
Tras sacar Rafa su botiquín en la mochila, con el espacio desalojado por el cambio trasero completo que antes llevaba, lo pudimos curar un poco y seguir la ruta, aunque ya con un tono distinto. Estas cosas siempre marcan.
Nos dirigimos por pista hacia el Corral de Poldo, esta parte nueva para mí, a un ritmo aceptable mientras íbamos hablando y poniéndonos al día, unos con otros. Cruzamos la carretera que viene de Beniarrés y tras un ratito más llegamos al primer objetivo importante del día, la trialera de Barcella.
Se trata de una trialera que nace desde el nevero del mismo nombre, donde paramos un momento a tomarnos alguna barrita, beber y ponernos las protes mientras disfrutábamos de las vistas y el nevero, bastante deteriorado. La expectación era máxima y no defraudó.
Porque se trata de una trialera “made in Rafa”, o sea, técnica, técnica, de pura montaña, con roca a tutiplén y de volverte loco buscando por donde pasar, evitando no golpear cambios ni patillas. Una “Pedal Crash” elevada a la enésima potencia.
En este ambiente de supervivencia comienza la trialera, a mi me encanta, hasta que llegamos a una serie de zetas bastante complicadas, sobre todo las de izquierdas, que no somos capaces de pasar, no sé si haría una o dos, a lo sumo, las de derechas un pelín más fáciles, poco más. Es para especialistas en eslovacas o eslovenas, escojan el país que quieran, los viejunos sabemos de dónde viene la expresión.
Una vez pasadas las curvas, vuelve la ciclabilidad a la senda aunque muy disputada con la vegetación, pasando por una parte muy cerrada donde los manillares anchos deberían instalar sierras eléctricas o tijeras mecánicas por delante de sus frenos para no quedar atrapados. Con mis 72 cms, de manillar, se pasaba más o menos bien, con algún que otro arañazo a pesar de las protes, que me libraron de unos cuantos más. Hoy se ganaron el sueldo pero por su función auxiliar, afortunadamente no se requirió de su principal.
Pequeño reagrupamiento tras este tramo, comprobando que Paco y Vero no están disfrutando de la senda, no tiene nada que ver con las que hacen de forma habitual, con más flow y menos técnicas, algo agravado en el caso de Paco por la herida del antebrazo, que se lleva todos los golpes de la vegetación. Han tenido que caminar mucho.
A partir de aquí, la ciclabilidad aumenta muchísimo puesto que desaparecen las piedras y nos internamos en el bosque, siendo la senda muchísimo más limpia y divertida, cambias la habilidad y concentración por la relajación y diversión, sobre todo en una serie de toboganes estrechísimos en los que hay que hilar muy fino para pasar.
Acaba la trialera de Barcella con división de opiniones, como en los toros, no es una trialera apta para todo el mundo, solo para gente al que le gusten las sendas de montaña, trabadas, técnicas y con mucha piedra. A mí me encantó, la volvería a hacer una y otra vez, pero no me hagan mucho caso, soy muy friky.
Retomamos la ruta en rápido descenso hasta la Vía Verde del Serpis, donde ya por asfalto tomamos dirección a Beniarrés, donde paramos a almorzar mientras a Paco le arreglaban un poquito la herida en la farmacia. Bebimos mucho puesto que el calor apretaba de lo lindo. Nos atendieron muy bien en el bar de “La Piscina”.
Retomamos con otro aire la ruta, atravesando el pueblo en dirección al costarrón que nos lleva de nuevo a la pista de la Umbría del Benicadell, muy conocida por Rafa y por mí, muy poco por el resto, que no sabían la que les venía…… y con el estómago lleno.
La subida es potente pero, afortunadamente, corta, por lo que la gente la fue subiendo como pudo. Destacar la facilidad y fuerza de Jordi y Manolo, también de Gabi, y, sobre todo, la de Vero, que se subió aquello con una facilidad inusitada, como si dos ángeles tiraran de ella. Cómo sería que hasta me parecía verlos.
Una vez arriba, tocaba ponerse de nuevo las protes y disfrutar de la trialera del Margallò, más fácil pero no exenta de piedra y de algún pasito interesante. La disfrutó todo el personal, algo menos Paco puesto que el antebrazo le molestaba y en este tipo de bajadas trabaja a destajo. Prometió volver en mejores condiciones, si le hace falta compañía, me apunto como voluntario.
La trialera acaba en asfalto y de ahí bajamos raudos hacia Salem, donde recibimos a la Font d’Elca con entusiasmo, e incluso incredulidad en el caso de Vero, que quedó debidamente retratada. Nos amorramos a su chorro pese a que su agua no estuviera fría pero es que estábamos a cuarenta grados.
El retorno a Rafòl de Salém se hizo lo más rápido que se pudo puesto que se había hecho muy tarde, llegando a los coches con Jordi y Manolo a medio recoger puesto que se habían adelantado un poco por las prisas.
Tras las despedidas y deseos de nuevas KDD’s, Rafa y yo nos fuimos al bar del pueblo a tramar nuestras próximas andanzas, que poco tardarán…..el 11 de agosto, cojan chanclas, toalla y bañador, realizaremos ruta entretenida con dos buenos baños y que pasa por uno de los lugares más bonitos por el que jamás rodarán……illa, illa, illa….
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