5/2/18

Neu Alcoi

Com sempre..... copie i pegue la crónica de Carlos. 

Llegamos a Alcoy entusiasmados por la nieve que lo rodeaba: desde el mismo lugar donde dejamos los coches se veían el Alt de les Pedreres y el Pico del Águila nevados, con el Barranc del Cint separándolos. Desmontamos rápidamente, pensábamos que haría más frío, seguramente la emoción nos mantenía calientes, como un quinceañero-pajillero en el día de su estreno.
Llega Rafa, Chemari poco después y finalmente Jose, realizando las oportunas presentaciones y decidiendo la ruta a realizar, por terreno bastante desconocido por mí, íbamos a la Carrasqueta pero desde el lado de Alcoy. Fue una pena que no nos pudiera acompañar Esther, fruto del gran compañero que tiene como pareja. Dicen que el secreto de una relación es compartirlo todo y Chemari se lo toma al pie de la letra, comparte hasta los virus. Habrá que explicarle que siempre hay una excepción que confirma la regla.
Comenzamos atravesando la ciudad para, a la altura del Collao, escuchar un grito que resultó provenir de Nando, que se acercó a saludarnos. Gran alegría nos dio verlo, tanto a mí como a Leo, que también le conocía y hacía mucho tiempo que no veía.
Retomamos cada uno con su ruta pero, a la altura de la cafetería de Les Set Llunes, hacemos una rápida parada y nos alcanza el grupo de Nando, viendo esta vez a Rubén, Óscar y JR, a los que también saludamos. Lo que son las cosas, más de ocho años sin ver a Rubén y nos vemos dos veces en un mes, ojalá mantengamos la media. Lástima que no viera a Raúl, me enteré después que iba con ellos, eran tantos y, según cuentan, iba con un casco tan raro….no sé, igual se lo habría diseñado Agatha Ruiz de la Prada o King África, vete tú a saber.
Tras saludarnos, retomamos la ruta, ellos van a la Font Roja, por lo que rápidamente nos separamos. Ya en el Pont de les Set Llunes comenzamos a ver que los charcos brillan demasiado, están helados y hay alguno que incluso aguanta el peso de las bicis sin romperse, por lo que hay buena capa.
Seguimos por la Vía Verde, pasando todos los túneles, ahora fenomenalmente iluminados hasta que alguien decida volver a llevarse las luces, espero tan torpe como los anteriores amigos de lo ajeno, para salir al otro lado, al Estepar, donde al fin aparece la nieve en todo su esplendor. Estamos rodeados de un espectacular manto blanco.
Llenos de ilusión y ganas, seguimos por la Vía Verde, dejando atrás la entrada a la senda por la que solemos subir als Plans, por lo que entramos ya en terreno desconocido por mí.
Seguimos la Vía Verde durante unos kilómetros más hasta abandonarla en pista a la izquierda, dirección a La Sarga, por un camino que ahora sí, está de nieve hasta las trancas y apenas se ven pisadas de dos o tres bicis. Ya no hay hielo, solo nieve blanca, blanda e impoluta.
Este tramo es fantástico y precioso, la bici se hunde continuamente en la nieve y se hace divertidísimo, incluso a la llegada a la pedanía de Jijona, donde la pendiente y falta de grip nos hace empujar a la mayoría, comprobando que, una vez los pies tocan el suelo, se calan los calcetines y olvídate de pies calientes hasta el bar.

Atravesamos La Sarga y continuamos camino, siempre cuesta arriba y con una pista que cada vez se va haciendo más complicada, por lo que requiere de ir dosificando esfuerzo, realizar algún arreón y rezar mucho para que aguante la cubierta trasera, siendo inevitable algún pateo, hasta salir junto a la carretera nacional, donde comenzamos a ver niños jugando con sus padres en la nieve, en estampa de lo más bonita que todos hemos vivido.
Volvemos a separarnos de la carretera, internándonos en la que para mí fue una de las zonas más bonitas, la pista se interna en un bosque cuyos árboles están completamente llenos de nieve, siendo inevitable que nos cayeran copos e incluso algún puñado a nuestro paso, por el viento que va haciendo fuera. El lugar es fantástico aunque obligue a un gran esfuerzo y equilibrio rodar por allí. Leo va como si nada, dirán ustedes que la bici le ayuda, esa Turbo-Leo es una maravilla, pero el biker tiene un equilibrio que ya me gustaría a mí.
Volvemos a salir fuera, viendo la carretera a nuestra derecha para internarnos de nuevo entre pinos, ahora más bajos, metiéndonos en maravillosa senda de nieve sin pisar y continuos arreones que nos exigen, ahora sí, el máximo. Me encantó el tramo, por la cantidad de nieve que tenía, algo espectacular, y por el reto de intentar subir lo máximo posible, que también me gusta mucho.

Volvimos a acabar junto a la carretera, donde ya los niños eran legión con sus padres y trineos. Aprovechando para reagrupar y sacar algunas fotos, todas bonitas, ni yo, con mi suprema incompetencia, soy capaz de realizar una foto fea en el día de hoy.
El último tramo hasta la Carrasqueta también fue durillo, fiel reflejo fue el comenzar a sudar a chorros, cayéndome goterones desde el casco aunque, afortunadamente, la pendiente se reduce al final con lo que llegamos a la cumbre un poco más descansados. Era increíble ver la cantidad de coches que había, algunos intentando subir por una placa de hielo como si, por arte de magia, a sus neumáticos les hubiesen salido clavos. Demasiados rallyes han visto por ahí.
En mi caso, fue demasiado MacAskill porque trate de pasar la placa montado sobre la bici resultando imposible para mi escasa capacidad, por lo que comencé un cómico baile de bici-biker, dando patadas por aquí y por allá tratando de aguantarme a duras penas en pie mientras escuchaba risas a mis espaldas. No me extrañaría si alguna vez viera ese momento rememorado en Youtube, solo espero que los ingresos los repartan a medias.
Maravillosas vistas desde la cumbre, terrorífico viento el que nos acompañaba, que nos dejó tiritando y con ganas de salir pitando de allí. Menos prisas tenía un simpático señor que se empeñó en fotografiarse con nosotros, anonadado por ver ciclistas de montaña por allí.

Los que también estaban deseando que saliese todo el mundo pitando, eran los agentes de la Guardia Civil, que se desgañitaban por megafonía indicando a la gente de apartara los coches de la carretera puesto que venía la Vuelta a la Comunidad Valenciana. Mucha suerte les deseé, aunque dudo mucho que la tuvieran para cumplir su cometido ante la gran cantidad de vehículos, padres y niños allí congregados, inversamente proporcional al terreno libre para meter los coches. Apostaría la barba de Leo a que fue imposible desalojarlos a todos.
Por nuestra parte, viendo el tiempo consumido en la ida, decidimos deshacer el camino realizado, para no hacer la vuelta demasiado larga, por lo que volvimos por lo anteriormente recorrido. Fue una bonita y nerviosa experiencia bajar con la bici por nieve, por terreno en el que no sabes dónde pisas ni cómo va a responder el grip de los neumáticos, por lo que llevas siempre los nervios a flor de piel. Es algo de lo que no te das cuenta hasta que compruebas cómo te duelen las muñecas y las manos de la tensión acumulada, seguro que si le quito los puños a mi bici, el manillar parece un joystick.
Fue divertido el regreso, comprobando que estaba desapareciendo ya parte de la nieve y del hielo, aunque no tanto como para evitar que uno de los nuestros acabar con el culo en el suelo, supongo que imitando a los numerosos niños vistos por el camino aunque sin trineo.

Una vez de nuevo en la Vía Verde, volvimos a encontrar hielo por la nieve pisada por otras bicis pero también algo de barro, aunque muy poco. Los charcos helados se convirtieron en agua y, una vez de nuevo en los túneles, el hecho de no tener que dar apenas pedales hizo que el frío se nos fuera metiendo en el cuerpo, mucho más por el fuerte viento encontrado en el Pont de les Set Llunes, que nos dejó tiritando, por lo que llegamos a los coches con muchas ganas de ponernos al solecito mientras otros se cambiaban para ir al bar.
A Chema le comenzó a pasar factura el frío tras una semana malo de gripe, por lo que comenzó a sentirse mal, algo que quedó muy patente en su cara y su voz, que se fueron apagando. Aún así, aguantó hasta llevarnos al bar, donde le dejamos que fuera a casa a recuperarse y a cuidar de Esther, ahora con gripe. Espero que no fuera la enferma la que tuviera que atenderlo a él.
Por nuestra parte, un fantástico almuerzo con Jose, coincidiendo un momento, casi al final, con Berto, que hoy no pudo salir, tras el que volvimos a casa con la alegría de disfrutar de una ruta divertidísima y llena de nieve, que supuso mi estreno en tan blanco elemento y que, tengo la impresión, no será la última vez.
Agradecer como siempre a Chemari y Jose que nos dejaran acompañarles y disfrutar de esta gran mañana, también a mis compañeros, por compartir conmigo esta bonita aventura. Espero que la próxima vez sea también con Esther, a la que deseo pronta recuperación para que se tome la “venganza” prometida. Ponte buena, Esther !!!

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