29/4/19

Sierra de Francia


Copie i pegue la segona crónica de Carlos. Espectacular ruta i espectacular crónica.

Y tras el delicioso aperitivo del primer día, hoy tocaba el plato fuerte del menú, 30 kms de ruta superando los mil metros de desnivel acumulado. Nos comentó Chemari que no hacía falta llevar protes pero si las cargan, no pasa nada. Estos vascos son tipos duros, los alicantinos nos rompemos antes.

Nos recibió el día con un sol radiante, nada que ver con los pantanos y ramblas desbordadas del sudeste peninsular, saliendo con tranquilidad hacia San Martín del Castañar para, en esta ocasión, girar a la derecha en la Plaza Mayor para dirigirnos hacia el “Chiringuito”. Por allí no tendrán playa pero lo disimulan como pueden.
Salimos de la localidad sobre puente y calzada romana. 

He de decir que el pueblo es realmente bonito y se come fenomenal. Con lo abundante de las raciones, no entiendo cómo a los lugareños no es más fácil saltarlos que rodearlos. Una tapa de patatas “meneás” es capaz de alimentar a un ejército durante un mes entero.
Empezamos ascendiendo por asfalto, que acabamos soltando para entrar en pista y poco después por senda técnica, en suave descenso pero llena de piedra y roca. Rodamos por un terreno de granito, con escasa vegetación, pequeños arbustos que crecen en los huecos o sedimentos formados entre la piedra, contrastando fuertemente con el bosque de ayer. La senda me gustó mucho, es de esas de ir trabajándotela, paso a paso, piedra a piedra, como a esa rubia que se te resiste un sábado por la noche y, al final, la conquistas por aburrimiento.
Pequeña parada en el cruce con el Camino de Los Molinos, que visitaríamos al día siguiente, y último tramo de bajada, también divertido y llego de rocas cuyo punto culminante fue una curva de derechas en la que paré a fotear para marcar trazada a los compañeros. La falta de luz y escasa maña del que escribe impidió que saliera casi nada provechoso.
Por cierto, encabezábamos el pelotón Melchor, Joan y yo, no por ser los más hábiles, los dos primeros podrían optar al premio, sino por el ansia viva que nos metió Chemari en el cuerpo al prometernos almuerzo gratis si realizábamos del tirón la subida posterior, por lo que desayunamos poco haciendo hueco al banquete que nos daríamos a su costa.
Llegamos al puente que cruza el rio y paramos a coger aire, quitarnos ropa ante el sofocón que nos venía y disfrutar de un lugar de gran belleza, naturaleza en su estado puro.

Y comenzamos el ansiado ascenso, con ganas y entusiasmo, las tres cabras locas por delante, pasando primera curva y comenzando a darnos cuenta que Chemari no se juega un almuerzo en vano porque, además de la dureza de la subida, lo que realmente la hace complicada es tener el terreno totalmente excavado por los jabalís y repleto de hojarasca que impide saber por dónde pisas, por lo que vas encontrando piedras por doquier sin esperártelas.
Por cierto, ya lo imaginarán, tengo una teoría, creo que Chemari, ante el asombro de que los tres hiciéramos del tirón la última subida del primer día y el roto que le supondría pagar tres almuerzos a nuestros amplios estómagos, decidió coger una azada la noche anterior y ponerse a cavar como un descosido, que tanto jabalí no creo que haya por allí, o a que todos les haya dado por ponerse a revolver el mismo suelo.
La jugada le salió bien pero debo advertirle que, aunque ninguno lo consiguió del tirón, la verdad es que un almuerzo entre tres tendría que haberse pagado porque lo subimos todo a relevos, donde uno se quedaba, llegaba el siguiente y lo pasaba, quedándose un poco más adelante para que el tercero llegara y lo superara. Fue una divertida y dura subida, también muy bonita. Gran trabajo del vasco con la azada, si todos fueran como él la era de los tractores habría terminado.
Una vez arriba, salida a pista y nuevo cruce de rio, ahora sin puente, con vadeo por la izquierda que solo tomó Chemari dado el cansancio acumulado de la noche anterior y el índice luxado. Me asomé al arroyo y vi un montón de agua, con buenas piedras en el lecho. Si puedo me escabullo, como Paquirrín en un examen de mates.

No me acababa de fiar, y a punto estaba de hacer un Chemari, cuando las chicas comienzan a pasar a destajo, mirando yo con la esperanza de que alguna se cortara y evitara mi remojón. En cuanto vi pasar a la última, hice un “Ricardo”, es decir, me llevé las manos a la cabeza y dije “no puede ser”, ya no me libro. Monté como corderito dirigiéndose al matadero, cogí carrerilla y pasé, fue divertido aunque algo húmedo. No permitan que les ponga un ejemplo so pena de clasificar la crónica para mayores de 18 años.
Al final pasamos todos bien, algo salpicados puesto que había que meter el calzado en el agua pero con una sonrisa de oreja a oreja. Solo acabó remojado Javi, que nos dijo tenía calor, aunque los ocho grados de temperatura y tiritona posterior hicieron parecer otra cosa.
Retomamos el camino a la Alberca por otra senda muy bonita, sobre un hilillo de agua y….ay, ay, ay…..algo negruzco que no me quiero imaginar que podría ser. Por si las moscas aguanté la respiración mientras pude.
Acabamos llegando a la afamada localidad salmantina y atravesamos el pueblo, que todavía estaba despertando, llegando a una panadería en la que comprar los bocatas para el almuerzo. En la puerta fuimos testigos del acaramelamiento de los tortolitos, y es que no hay nada como la competencia para obligarnos a dar lo mejor de nosotros mismos. Ahora entiendo por qué Joan va tan contento.

Abandonamos la localidad por el Camino de las Raíces, entretenida pista que te lleva en descenso hasta la ermita de las “Majadas Viejas”, donde paramos a tomarnos el bocata, quitarnos los zapatos y escurrirnos los calcetines. Javi hubiera podido llenar un embalse con toda la que soltó. El tiempo era fantástico.
A medio almuerzo se produjo la sospechosa desaparición de los integrantes de la secta del “Twinlock”, cada vez más numerosa, probablemente para celebrar el rito de iniciación de Joan o adorar al fundador de Scott. Cuenta la leyenda que sacrificaron una Specialized en una pira funeraria mientras daban vueltas a su alrededor, bailando desnudos e invocando al “Genius” de la lámpara.


Por cierto, que voy tomando nota de sus tácticas para ir ganando adeptos a mi propia secta, la del bocata de Nocilla o Nutella, que dejo al gusto del consumidor. Compré un bote, me hice el bocata y “descuidadamente” lo dejé en San Martín en mi retorno a casa, como los camellos esos que ponen caramelos con droga a las puertas de los colegios. Ya me han llegado fotos de una golosa que mordió el anzuelo y está dando buen uso del bote. Se le veía cara de no gustarle nada.
Una vez desaparecidos los bocatas de nuestras manos para quedar almacenados en nuestros estómagos, retomamos la ruta en divertido descenso, ahora por senda rápida con curvas y algún que otro escalón y piedra hasta alcanzar el fondo y, cómo no, atravesar otro charco de agua, probablemente la que soltaron los calcetines de Javi. Solo Jaime acabó chapoteando, se ve que también tenía calor.
Cortísima salida a pista y nueva senda que transcurre con normalidad hasta que, de repente, se para todo el mundo y aparece ante nosotros un escalonazo de narices sobre roca que cae sobre mar de piedras con salida allá a lo lejos. Era el paso del día, de esos que nos ponen más tontorrones que las fotos de una bici tope gama. A nuestra edad, el porno es otra cosa, para tristeza de nuestras señoras.

Estuvimos mirando un poquito la trazada y subí a realizarla tras Joan, que pasó con facilidad inusitada, Melchor ya lo había hecho antes. El paso fue fantástico y emocionante, salieron muy buenas fotos del personal y un divertidísimo vídeo retransmitido por Melchor que les recomiendo encarecidamente. Se reirán mucho.
Llamar la atención sobre el fantástico paso de Sandra, que se envolvió con el manto de la Mare de Deu de Agres, algo así como la capa de Supermán, y le hizo levitar sobre las piedras, pasando como si estuviera ciclando por una autopista. He visto a carreteros moverse más que ella mientras saltaba de una piedra a otra. Esa bici flota, se lo digo yo. Algo deberíamos sospechar en cuanto la lleva atada con un hilito de la muñeca y no la suelta por nada del mundo.
Retomamos la ruta tras el gran subidón por divertida senda, en mi caso detrás de Jaime que, en lugar de seguir su trayectoria en curva a la izquierda que pasaba sobre tubería que desaguaba a chorro, me sube sobre roca, haciéndolo mucho más divertido.
Después entendí que el verdadero motivo fue evitar la tubería, sobre la que pasó Blanca y sufrió patinazo de su rueda trasera, estando a punto de caer abajo a remojarse. El gusto de esta pareja por el agua es digno de atención, menos mal que acudió Sandra al rescate.
Seguimos la senda, ahora junto a la acequia del arroyo de “Los Milanos”, en un tramo bonito de verdad, hasta salir a pista y dirigirnos al Mirador del Viborero, que nos recibe con doble escalón que no superé por falta de convicción y mucha técnica, la que le sobró a Javi.

Disfrutadas las vistas de la sierra de Béjar cubierta de nieve, volvimos a la pista y llegamos a Monforte de la Sierra, que rápidamente atravesamos para comenzar bonito descenso por el Camino de Agua, que se pone interesante al tomar curva a la izquierda y entrar en trialera ancha, empinada, repleta de rocas, curvas y senderistas por igual, a los que fuimos superando con cuidado, dejándolos boquiabiertos a nuestro paso. No hay costumbre en la zona.
El culmen de la bajada está en dos tramos de escalones separados por cruce de pista, foteando tras el segundo con algún resultado exitoso, menos del que me hubiera gustado. Termina la bajada tras bonita curva, alcanzando el paso del rio sobre puente romano en el que paramos a fotear.

Comenzaba a hacerse tarde, eran más de las doce y Rafa decide adelantarse puesto que todavía quedaba mucha ruta por delante y no quería que su mujer se aburriera sola en casa. Más tarde nos advirtió de una encerrona final. Temblando quedamos todos.
Tocaba ahora el duro ascenso a Mogarraz, por senda empedrada que me encantó y en la que fuimos obstaculizados en un primer momento por un grupito que no tenía ganas de apartarse o sufría de sordera terrorífica.
Les dimos ventaja y, en el nuevo intento, los cogí encabezando nuestro pelotón y, a base de carrasperas, logré hacerme oír y acabaron por dejarnos pasar. Me dieron una cajita de pastillas “Juanola” y de “Fórmula 44”. Los más viejunos reconocerán el chiste.
Reagrupamos al pasar el tramo empedrado, bonito y duro a partes iguales, y retomamos el ascenso a Mogarraz, ahora cementado y más cómodo, llegando al pueblo ante el asombro de los locales y visitantes, con los que estuvimos charlando un ratito.
Segundo almuerzo del día, es un pecado no visitar la zona y disfrutar de su gastronomía, en nuestro caso de un par de chuletones al centro con buenas tapas. Estaban espectaculares. Como postres, Melchor y Joan tomaron un par de empinadas escaleras que ayudaron a asentar las viandas en sus estómagos. No fue por disfrute sino por prescripción médica.
Retomamos la ruta en tranquilo ascenso por asfalto hasta giro a la derecha y entrada en pista, con preciosas pista del valle a nuestra derecha pero, sobre todo, de Casas del Conde, nuestro próximo destino, allá abajo. Nada hay que eleve más el espíritu que ver la próxima parada muy por debajo de donde estás.
La bajada se hizo de rogar un poco aunque se llevaba bien ante la belleza de la pista por la que rodábamos, muy verde, cerrada, realmente bonita, algo menos para el medio jabalí muerto que vimos a un lado. No quisimos pensar en el bicho que se lo habría merendado y rezamos para que hubiera quedado satisfecho.
Tras curva a la derecha, comienza por fin un vertiginoso y divertidísimo descenso que resultó ser más competido que la última vuelta de un Gran Premio de MotoGP, luchando Melchor, Javi y Joan por llevarse la victoria mientras disfrutaba yo de la disputa un poquito más atrás. Las peleas de Márquez y Rossi son una chiquillada a su lado, hubo piernas fuera de sus pedales, cierre de trazadas, sacadas de pista... Llegaron abajo con grandísimo subidón y algo de polémica que no resolvió ni el VAR. Memorable.
Acabamos transcurriendo junto a central eléctrica y atravesando el rio Francia para, inmediatamente después, abandonar el track para llegar a Casas del Conde por senderazo precioso y duro a partes iguales, como todos los de aquí. De esos que me encantan.
Fue corto y se nota muy poco transitado, más por jabalís que por personas, puesto que estaba completamente escarbado y la hierba había crecido tanto que tapaba la senda, por lo que pisabas a ciegas, rezando por no encontrar piedra gorda en el camino, algo que no ocurrió, afortunadamente, puesto que era yo quien encabezaba el pelotón. Salvo un par de lugares muy puntuales, logramos llegar arriba del tirón y salieron preciosas fotos del verde prado por el que transcurrimos.
Bordeamos la localidad, pasando junto a su iglesia, para seguir por asfalto y abandonarlo rápidamente a la izquierda para visitar magnífico enclave con monumento cristiano. El verde del lugar y el musgo de la piedra era fantástico.
Sorprendido quedó el grupo de lugareños que nos vio llegar, charlando con nosotros un rato de las bicis que llevábamos, rutas realizadas, etc…. Tras unas fotos y descensos varios decidimos continuar, tras ovación cerrada a Cris por bajarse escalonazo gracias a los ánimos de la multitud. Si Maracaná hubiera empujado tanto a Brasil en el Mundial del 50, la canarinha sería hexacampeona.
Retomamos el retorno a San Martín por carreterita asfaltada en la que llamaba poderosamente la atención el trabajo de los locales, que han tallado caras de cristo en los troncos de sus olivos, creando esculturas vivas que evolucionan con el paso del tiempo. Muy chulas.

Tras atravesar pista deportiva, entramos en preciosa senda que enlaza rampas de subida y bajada, siempre en un entorno incomparable, hasta salir a pista y afrontar la “encerrona final” un duro ramponazo de acceso a San Martín del Castañar pero que, ante las expectativas creadas y conocimiento de la última parte, no fue para tanto y logramos superar, aunque en mi caso tras realizar un apoyo en curva por incompetencia. De fuerzas iba bien, de técnica no.
Así llegamos al pueblo, muy felices de haber realizado una ruta realmente fantástica, digna de Aínsa, Benasque o Enduroland…. Digna del mejor MTB que puedan imaginar, siempre en modo enduro, puesto que hay zonas técnicas. Parajes inmejorables, sendas chulísimas, buen terreno y gran gastronomía…. ¿Lo único que le falta? Un centro BTT.


Per la meua part, jo en vaig posar en marxa i arribar abans i que Maite no estiguera soles per a dinar. A les 14'15 estavem fent-se unes cerveses i pinxos i un poc després dinant.


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