31/7/22

Chulilla Maravilla

 Dissabte vaig fer amb Carlos la ruta de illa illa illa Chulilla Maravilla.


Llega el verano y el tórrido calor que nos aletarga, provocando que muchos nos escondamos durante estas fechas a la espera de la vuelta al fresquito mañanero. Es época donde, en general, se coge menos la bici o, directamente, se deja apartada hasta septiembre. El aprobado lo obtuvimos en junio. Sin embargo, Rafa encontró la forma de combatirlo hace muchos años, él no se achica con el calor, simplemente busca la forma con que combatirlo de la forma más efectiva, y ya saben, si el fuego se apaga con agua, el calor con un buen baño. Y en eso, es todo un experto. Porque en cuanto llega el verano, comienza la temporada “BiB”, la de Bici i Bany, buscando rutas en las que existan pozas, ríos o cualquier lugar donde remojarse y quitarse el calor de encima. No solo evitas quedarte en casa en los meses de calor, sino que le coges el gustillo a esto de remojarte en el rio y le das una nueva dimensión de disfrute a la ruta. Y dentro de ellas, hay una que es muy especial para nosotros dos, pues prácticamente la realizamos todos los años y le tenemos un cariño especial, ya que la hicimos juntos por primera vez y solo nosotros sabemos cuánto alucinamos con aquella primera visita a la senda de Los Calderones. Es la ruta de… illa, illa, illa, Chulilla maravilla. Hoy tocaba repetir nuestra ruta más especial, y además en verano, lo que significaba hacerla con sus dos baños, tanto en Sot de Chera como en el Charco Azul, para lo cual hicimos un pequeño recorte, dejando de lado la trialera del Guerrero de Sot para incluir la del Cerrao. Está claro que con los baños se va tiempo, pero tampoco es cuestión de quedarnos sin trialeras. Comenzamos a las 8:30 desde el parking habitual con preciosas vistas de la localidad, atravesamos Chulilla y nos dirigimos directos a la senda de Los Calderones, encontrando cerradas las cabinas donde se debe pagar un euro para transitar por ella. Eso que nos ahorrábamos. Precioso transcurrir sobre las hoces del rio Turia hasta llegar al punto donde inicias el descenso a los cielos, porque en Los Calderones, el cielo está en lo más profundo de una garganta, así de bonita es. Y eso que has de descender a pie por unas escaleras hasta llegar a los famosos puentes colgantes que cruzan el cañón sobre el río, de una belleza sin igual, así como el trascurrir por lo más hondo, ya junto al agua. 


 El lugar impresiona. Un último cruce sobre puente colgante y ahora sí, seguimos por la margen derecha del río hasta el final. La senda te va dejando con la boca abierta, es de lo más bonito que se puede hacer en bici, con esas paredes de roca verticales que encajonan el discurrir del Turia. Todos los años visito el lugar y no me acostumbro a ello, ésa es la grandeza de esta senda. Visita obligada para cualquier biker que se precie. 


 Una vez estamos fuera, iniciamos pequeño ascenso hacia la casa del pantano de Loriguilla, que muy pronto veremos a nuestra espalda y que hoy se veía más lleno que otras veces, recordando las abundantes lluvias recibidas durante la pasada primavera y que ya comenzamos a echar de menos. Tocaba pistear un rato, en el día de hoy realizando un recorte para enlazar directamente con el Camino de Cubillas y el ascenso a la Costera Llarga, dejando estar la trialera del Guerrero de Sot para otra ocasión que no tenga tantos baños. Es trialera de invierno. La Costera Llarga es la gran bajada de la zona, la que da la fama a la ruta y al lugar, es imprescindible, pero no se equivoquen, el descenso es muy largo pero lo que es verdaderamente inacabable, casi interminable, es el ascenso, que se hace más pesado que una depilación a pellizcos. Y no es que sea dura, es por pista y los porcentajes son suaves, pero con el recorte y todo fueron cinco aburridos kilómetros que dejan su huella en tus posaderas, aunque siempre vayas pensando en la recompensa final, que sin duda compensa el esfuerzo. Porque la bajada es de las que vale la pena, de las buenas de verdad, iniciándose con un tramo algo más roto antes de enlazar zona rapidísima y encarar giro a la izquierda sobre tramo de escalones. Bajadón que te lleva enlazando “yijas” sin cesar. Y entras en zona más estrecha, con más piedra, que tiene su punto culminante en curva a la derecha que te hace pasar al otro lado del valle para nueva curva a la izquierda y volver a soltar frenos con ganas, ahora por zona con algo más de grava pero muy buena la verdad. Quise parar a echar fotos, pero Rafa venía rápido y a mi rueda, disfrutando como un niño. La bajada lo merece. Aparece Sot de Chera al fondo, haciéndose imprescindible parar a echar una foto, a lo cual se presta Rafa, la cual repetí en la famosa losa de piedra tras curva a la izquierda y así seguir para finalizar la senda en la localidad con una sonrisa de oreja a oreja, qué gran bajada.


  Toca ahora buscar el rio y la senda que transcurre junto a él, con el fin de cruzar el pueblo y realizar potente rampa por asfalto en busca de la trialera del “Cerrao”, que hicimos por la variante más difícil, faltaría más, la duda ofende, aunque que la anuncien con la figura de un hombre despeñándose no da mucha tranquilidad. Pero lo cierto es que se trata de una corta trialera pero divertida, sobre todo de mitad en adelante, cuando comienza lo técnico, a través de escalones y pasos de roca muy divertidos que te dejan en el albergue del “Cerrao” con ganas de abrazar a alguien. Una lástima que no estuviera Mónica Bellucci por allí. Escarmentados de la última vez, no quedamos a almorzar allí y nos fuimos directos a la playa del pueblo, previa búsqueda de escondrijo donde cambiarnos, y así disfrutar de un fresquito chapuzón. Esta vez había menos gente que en otras ocasiones, ya que hacía poco calor aunque sí mucha humedad. Llevaba nublado todo el día y, aunque no había tanta temperatura, estábamos completamente empapados en sudor, por lo que acogimos el agua con muchas ganas.


  Tantas que, cuando en otras ocasiones lo he pasado incluso mal al echarme al agua, la verdad es que hoy la encontré fría pero muy soportable, quitándome todo ese sudor que me llevaba absolutamente remojado. Me quedé como Ortega Cano tras un buen pedo etílico, a gustito. Tras el relajado baño, tocaba el almuerzo, porque el gastronómico es un aspecto más de una buena ruta MTB, metiéndonos entre pecho y espalda un plato de huevos rotos junto a ración de morro de cerdo, acompañados de líquido abundante para ayudar en su digestión. Un litro de cerveza le hizo falta a Rafa, es de digestión lenta.




  Eran las dos menos diez cuando decidimos reanudar la marcha, sin prisas pero sin pausa, realizando el ascenso por la conocida rampa hormigonada que provoca el efecto chuletón a la piedra, te va asando tanto por arriba como por abajo, completando el ascenso por pista hasta el repetidor, momento en el cual comienza el descenso por senda, algo asalvajada por el poco tránsito que tiene en su inicio y que provocó el fuera de pista del bocairentino. Es pasando una fuente sin nombre cuando llegamos al paso más técnico del día, que hoy estaba fenomenal y pasé mejor que la última vez, mi llanta lo agradeció, para iniciar descenso por senda algo rota por los regueros formados pero que es ciclable en su totalidad. Todo ello antes de buscar el otro gran descenso del día, el que va del Cerro Negro al Barranc de la Falfiguera, me encanta, también a Rafa, que salió con un pelín de ventaja y no logré recuperársela. Trialera rocosa en su parte inicial, muy valenciana, entrando en zona de zetas al final que pude realizar en su totalidad pese a estar el suelo algo sucio por las piedras acumuladas. Es una preciosa bajada que finaliza en el lecho del barranco y que continúa con un rampón de narices, de esos que te quitan el hipo, no logrando completarlo del tirón por falta de espacio. A la próxima no se escapa. Todo ello hasta enlazar con la senda que viene de las pinturas rupestres y que te lleva a Chulilla con mucho flow y velocidad, que únicamente quita un rampón a medio camino y alguna que otra curva más cerrada de lo normal. Senda divertida y que te deja correr, finalizando en tramo de escalones y con la búsqueda del Charco Azul para el segundo baño del día, algo imprescindible.


  Llegados al lugar del baño, comprendimos que había demasiada gente como para esconderse, cambiarse y luego bañarse a gusto, por lo que nos dimos la vuelta y buscamos sitio donde ponernos los bañadores y después remojarnos, justo donde lo hice la última vez con Elías, Luís y Ángel.


  Baño relajado y también bastante frio, de hecho me dolían las piernas al entrar, aunque me pude ir aclimatando y disfrutar de un remojón que me dejó como nuevo, con lo que buscamos lugar donde comer en Chulilla, en la plaza del pueblo, donde echamos de menos el aire acondicionado. Eran casi las cuatro cuando llegamos al bar, por lo que nos aceptaron comer de tapeo, unas croquetas con choricitos del diablo y caracoles, acompañados con pan y mucho líquido, coca-cola en mi caso, cerveza en el de Rafa.



 

 Y allí hubiéramos estado, todo el día si hubiera hecho falta, hasta que a las 17:30 nos dejaron caer sutilmente la necesidad de ir poniendo rumbo a casa. Fue un día realmente excepcional, ya no la ruta sino el día, acompañado por un buen amigo con el que he compartido mil cabalgadas y que comprende perfectamente que el MTB no se compone únicamente de hacer grandes bajadas sino de disfrutar grandes jornadas, sin prisas, bañándose cuando la ocasión lo requiere, comiendo las veces que haga falta. Gracies, amic !!! Illa, illa, illa, Chulilla maravilla !!!

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