5/11/17

Cava del Benicadell

Ahí va la CroniCarlos del dissabte.

Por fin volvió a casa, tras su ITV volvía mi querida Trigger a su hogar y antes de Navidad, no como el hijo de “El Almendro”, que solo volvía a casa por las fiestas nadalencas para zamparse el turrón y el pavo, que con tanto trabajo y mimo había hecho su madre. En su momento no lo vimos, pero ya se estaba fraguando la semilla de los “ni-ni’s”.
Y como había que celebrar el retorno por todo lo alto, me puse en contacto con Chemari para compartir ruta con los Bikers de l’Alcoià, puesto que esta gente está demasiado asilvestrada para mi Stumpy. La ruta sería por el Benicadell, ahí es nada, veríamos si por fin esa tímida horquilla daba todo su potencial. Iba a ser que no, nos quedamos en los 120 mm de siempre.
A las ocho de mañana nos plantamos en Beniarrés, recogiendo a Rafa por el camino por confusión de polideportivos, parece que el dispendio municipal de la burbuja inmobiliaria también alcanzó a Beniarrés y tiene dos instalaciones deportivas para 1.200 habitantes. Si la bonanza hubiera durado un poco más, Calatrava les construye el tercero.
En el bar encontramos a Jordi K, Jose, Chemari y Esther, enseguida llega Pedro, al que me alegró muchísimo volver a saludar tras el día del Cid. Se ha quitado un montón de kilos de encima, no sé si cogiendo ventaja para los polvorones que están llegando….turrón is coming !!!
Tras los cafelitos de rigor, iniciamos la marcha por la solana del Benicadell, íbamos a darle la vuelta completa, como la primera vez que fuimos “Los Mataos” pero por variante “hard”, ya saben, hay que dar uso a protes e integrales que si no se echan a perder.
La solana transcurre tranquila, por carreteritas y pistas vecinales, pasando por Gaianes, cuna del conill espatarrat, y Turballos, tan pequeño como bonito. Vamos entrando en calor y salimos a la antigua carretera nacional, por la que acabamos de subir al port d’Albaida y pasamos a la vertiente norte del Benicadell. Llevamos unos diez kilómetros de ruta.
El trayecto fue amenizado por conversaciones muy profundas y debates reflexivos, llegando a la conclusión de que la última película de Thor es un excremento del tamaño de un elefante, que lo mejor de “Batman vs. Supermán” es la aparición de Wonder Woman, protagonista de la mejor película de “DC comics” junto a los Batman de Nolan…y que queremos ver “La Liga de la Justicia”. Los bufidos de Esther daban fiel muestra del interés que prestaba a nuestros acalorados debates. Demasiada testosterona en su grupo.
Nuestro interés por los superhéroes terminó abruptamente en cuanto llegamos a la entrada a la senda de Fontanars, que nos adentra ya en el Benicadell. Se trata de una senda de unos dos kilómetros de longitud, de pendiente ascendente moderada pero muy técnica y peleona, teniendo un barranquito a la derecha que le da un puntito de emoción. La disfruté mucho la primera y única vez que la hice con “Los Mataos” pero casi me excomulgan por provocar una procesión de bikers a pie que ríanse de la Semana Santa sevillana.
Inicié el ascenso en cabeza, seguido de Pedro y Jordi K, un poco más atrás. Lo disfruté muchísimo, aunque el hecho de ir continuamente luchando contra las piedras y los pasos técnicos va disolviendo tus fuerzas como un azucarillo en la boca de un desdentado anciano viendo el desfile de Miss Universo.
Y cuando ya empezaba a resoplar con fuerza por el continuo esfuerzo, veo que sale senda a la derecha que marca el track, por lo que decidí esperar un poco a reagrupar.

Los desperdigados compañeros fueron llegando poco a poco, quedando al final la pareja alcoyana que, tan bien se lleva y compenetrada está, no prueba el suelo el uno sin el otro. No hubo más consecuencias que las morales y algún arañazo poco preocupante porque todavía quedaban muchos por venir.
Una vez todos juntos, comentaron que el desvío a la derecha entraba en una senda ascendente “Made in Jordi C”, sinónimo de ser muy bonita pero también dura y con pateo. Tras los revolcones y cansancio acumulados ganaron los “contras”, por lo que decidimos continuar la senda que llevábamos, también muy bonita pero más civilizada.
Era corto y más suave el tramo que nos quedaba hasta la Cava de Diego, donde en el cruce de caminos tomamos el de la derecha, por la pista de arriba de la umbría del Benicadell, la que te lleva a la cima previo paso por la Cava del Benicadell, nuestro próximo destino.
Pero para llegar allí, todavía teníamos que pistear un buen rato, siempre en sentido ascendente pero llevadero, fueron unos dos kilómetros hasta alcanzar un casa derruida junto a la que salía la senda de Jordi C.
Paramos a reagrupar y, viendo la hora y lo que nos quedaba hasta la Cava, decidimos almorzar bajo un solecito fantástico que decían reblandecía el cerebro, suerte del que lo tenga pensé yo. De nuevo la conversación adquirió tintes muy profundos, salpicada de términos como apareamiento, coito y cópula pero en sus versiones más soeces. Lo dicho, demasiada testosterona para Esther por mucho que vista a los Bikers de fucsia.

Reiniciamos la marcha, finalizando la pista para internarnos en uno de los tramos más importantes del día, la senda a la Cava del Benicadell. Se trata de un sendero cinco estrellas, de unos 2.5 kms de longitud en continuo ascenso, solo apta para gente con nervios de acero. Si no los tienes también puedes subir pero llorarás como un niño, como me ocurrió a mi hace dos años, cuando nos trajo Rafa y comprobé que mis nervios eran de chatarra.
Encabeza el grupo Jordi K, voy detrás y me sigue Pedro, subimos a un ritmo tranquilo pero es que la senda no deja más, es muy estrecha en su inicio y está llena de vegetación, por lo que se establece un continua lucha con los arbustos por la posesión del manillar y las manetas de tus frenos, en batalla que no siempre ganas. Viendo el combate con mi manillar recortado a 72 cms, no me quiero imaginar cómo luchaban los demás…
Otro efecto colateral de la espesura, es el deseo de realizar la subida con las protes puestas, puede sonar de risa pero es que los arañazos son continuos y ya no es que parezca que hayas hecho el amor con un gato enrabietado, es que parece que has formado parte de una orgía con tigre de bengala, oso pardo y puerco espín.
Y estamos en el tramo fácil, puesto que conforme vas subiendo, la senda se va poniendo un poco más técnica y se va abriendo un precipicio tremendo a tu izquierda con el que empiezas a pensar que tampoco pasaba nada por arañarse un poco, añorando los arbustos anteriores y la batalla por el manillar. Que le pregunten a Diego, cuando hace dos años bajó rondando tres o cuatro metros, suerte tuvo de bajarse en la mejor parte.
Porque la senda alcanza su culmen en corto tramo empedrado y totalmente aéreo, donde el valle se abre a tu izquierda de forma brutal bajo una pared totalmente vertical por encima de ti. Decidimos parar a reagrupar y tomar unas fotos mientras disfrutábamos de las grandiosas vistas. La verdad es que, pese a todo, he subido muy bien y tranquilo al ritmo de Jordi, esta vez no pasé el miedo de la primera vez.

Reiniciamos la marcha hacia el peor tramo de todos, aquel en el que Andres, dos años atrás y encabezando el grupo, echa pie a tierra y me dice: “Carlos, yo me bajo, estoy acojonado”. Figúrense, Andrés, imagínense los mal disimulados saltos de alegría que di y el bufido de alivio que se me escapó.
Esta vez tuvimos más conocimiento y nos bajamos desde el inicio, pateando un poco y llegando a una serie de zetas bastante cerradas. Aquí la senda se pone ciclable pero seguimos caminando un poco más, escapando del precipicio. En una curva, se para Jordi a disfrutar del fabuloso valle que se abre frente a nosotros y decido pasarlo para montar en bici hasta el punto donde se abre el valle a los dos lados de la montaña, alcanzando la cresta del Benicadell. El lugar es maravilloso.
Volvemos a reagrupar y realizamos el último tramo a la Cava, cortito y ciclable pero con rampón tremendo y suelto a la derecha. Gran alegría al llegar, sabiendo que apenas nos quedan pedales que dar hasta los coches, toca ponerse las protes y disfrutar, previa foto de grupo y disfrutar del paisaje.


Por cierto, aquí fue cuando di solución a un enigma que me acompañó a lo largo de toda la ascensión, y es que fui escuchando truenos repetidamente, por delante y por detrás de mí, sacando en alguna ocasión la mano por si comenzaba a llover, algo extraño dado el buen tiempo que hacía. Debí haber caído en la cuenta de que los estruendos arreciaban en las partes más técnicas.
El pastel se descubrió cuando, en la Cava, Jordi y Pedo (no, no falta la “r”) inician un recital ventoso de dimensiones bíblicas que provocó la estampida de cualquier bicho viviente a dos kilómetros a la redonda. Todavía hay jabalíes escondidos y tiritando, pensando que el mundo se acaba, y arbustos aguantando la respiración esperando a que escampe.
Y es que han cogido una estrategia muy buena, mientras unos dedicamos los viernes a comer pan, pasta y plátanos, ellos deben inflarse a fabadas y cocidos, bien cargaditos de alubias y garbanzos, creando una masa gaseosa intestinal de tal volumen que su fuerza de flotación supera a la gravedad y reduce su peso corporal en unos kilos, de ahí que suban como lindas maripositas en terrenos escarpados y se escuchen graves petardeos en los técnicos.
Hay que comprender que apretar para dar pedales impide mantener cerrado el esfínter y se produce una pérdida sonora de metano que, encima, sirve de propulsión a gas que facilita el paso. No hay mal que por bien no venga.
La idea es buena pero algo egoísta, las consecuencias las paga el de detrás, que acaba con la nariz más arrugada que una pasa y la cara más mustia que la de Lorena tras una buena juerga. Esperemos dicha estrategia no sea copiada en las competiciones de rally puesto que tendrán que repartir máscaras de gas entre el público, so pena que crear un gasicidio como nunca se ha visto desde Auschwitz.
Una vez arriba, los implicados sueltan todo el gas y vuelven a recuperar dos kilos en la báscula, que les viene fenomenal para la bajada. Unos cracks pero, por favor, la próxima vez no me dejen entre uno y otro, hoy tuve intoxicación de metano.
(Venga Juan Ma, ahora ya puedes empezar a leer)……la bajada comienza deshaciendo el último repecho para realizar giro muy cerrado a la derecha que realiza Jose con una variante eslovaca que parece ser salió de casualidad, aunque no lo fue en las múltiples ocasiones posteriores.
La senda es divertida, con una pendiente suave y plenamente ciclable, solo recuerdo un paso complicadillo en este inicio y, eso sí, el suelo está lleno de piedra suelta, por lo que hay que llevar atención al lugar donde pisa y frena la rueda delantera.
Vamos adelantando senderistas que muy amablemente nos ceden el paso en cuanto se percatan de nuestra presencia y con los que bromeamos, ante lo que ellos consideran una locura, bajar por ahí en bici……un poco sí lo estamos, la verdad.
Empezamos a encontrar curvas cerradas, de dificultad creciente, las primeras ciclables pero nunca limpias, siempre con escalones o raíces a su entrada o salida que le dan un puntito chulo.
El puntito va in-crescendo conforme las curvas se van cerrando y las entradas poniéndose más complicadas, quedando las demostraciones en manos de Jordi, Jose y Pedro, que hay que ver cómo aguanta el tío en las curvas, cuando parece que ya no se puede, aguanta, gira a tope y sigue la marcha. Muy bueno, Pedro !!!
Como no suelen salir a la primera, iniciamos festival foteador que disfrutamos todos, espero que mucho más los protagonistas cuando vean el resultado en sus casas, finalizando el tramo con unas divertidas escaleras que nos dejan en la pista de la umbría del Benicadell. Ha sido una primera bajada muy disfrutona, mucho más que la primera vez, donde fuimos interrumpidos continuamente por los senderistas, dando la impresión de que se celebraba una convención aquel domingo.
Seguimos un poquito por la pista, dejando para otro día el inicio de la trialera de “Les Fontetes” que me había apuntado por si daba tiempo, para dirigirnos al plato fuerte del día, Marjaletes, trialera con nombre, de las que me gustan a mí. El entusiasmo nos hizo olvidar el rampón hormigonado previo que nos dejó jadeando en su entrada.
Me gustó que Rafa no conociera la trialera, tampoco Esther, puesto que tantas cosas me ha enseñado por su zona que a uno le alegra que pueda descubrir algo nuevo gracias a nosotros.
La trialera comienza sin dificultad, bajada rápida por senda limpia que adquiere pendiente sin demasiadas complicaciones hasta pequeño escalón final donde eché alguna foto. A partir de aquí se llanea un poco por una pequeña planicie en la que, según explicaba Chemari (y Jordi C antes que él), estaba el arrozal más alto de España, a la sombra de la cumbre del Benicadell.
 

Subimos un par de rampas y, ahora sí, comienza el turrón del bueno. La senda va adquiriendo dificultad poco a poco, siempre por terreno suelto, comenzando con tramos más rectos y con algún tobogán pero en los que siempre has de llevar atención puesto que puedes encontrar alguna dificultad en cualquier sitio.
Las piedras se van acumulando conforme vas bajando, la senda estrechando y comienzas a encontrar pasos delicados y alguna curva apretaora, tras una de las cuales paramos a reagrupar. Estoy disfrutando un montón, me quedé el último echando fotos y, cuando alcancé al grupo, no podía ni parar, el cuerpo me pedía seguir y seguir.

Al retomar la marcha y fruto del entusiasmo, tiro la bici adelante sin calar, comenzando las piedras sueltas mientras busco desesperadamente la cala entre bote y bote de la bici. Mi fallo vino al echar la vista abajo para encontrar el ansiado pedal puesto que cogí piedra gorda con la rueda delantera y empecé a sentirme como bola de pin-ball, rebotando de un pedrusco a otro….pim, pam, pum, fuera….
Acabé descabalgado pero sobre el canto de la senda, tranquilo sobre una piedra que, cansada de aguantarme, decidió dejarse caer conmigo encima, por lo que me arrastró un metro para abajo sin más consecuencias físicas que heridita en la espinilla que no hubiera ocurrido con las protes de antes. La bici, pese a no soltarla en ningún momento, también se llevó su arañazo en el cuadro, por solidaridad con el dueño, que dolió a este último mucho más que el suyo. Espero que el negro del rotulador sea similar al del cuadro.
Tras ayudarme Pedro y Rafa a incorporarme de nuevo a la senda, proseguí la marcha, volviendo a encontrar dificultades iniciales para calar, supongo que por la experiencia vivida, pero que olvidé inmediatamente al entrar en el último tramo de la trialera y el más molón, sin duda.
Porque se inicia por paso de piedras con pequeña abertura en medio, muy estrecha a la que Jordi le tiró para morir detrás, puesto que te tiras a ciegas y la cosa se pone delicada después, por lo que yo paso con cuidado y con un pie en el suelo para, a partir de ahí, soltarme por una maraña de rocas gordas y escalones sin trazada fija que te lleva buscando continuamente el lugar por donde pasar, mientras evitas la piedra suelta. Un fantástico tramo que me encantó.
Solo me faltó pararme un poco a ver qué tal está esa entrada para ver si me la hago entera, creo que Jordi tuvo la paciencia suficiente para hacerlo. Esperaré a que me cuente por dónde pasar, es como ver la película en lugar de leer el libro.
Salimos a la pista que baja a Beniarrés pero, rápidamente, volvemos a meternos en senda, inédita para mí. Se trata de un corto tramo pero totalmente asfaltado de piedra montañera, bien clavada en el suelo y con puntas, muchas veces en sentido contrario al de la marcha, por lo que espera cazarte.
Afortunadamente se quedó con las ganas y, tras curva de derechas, se inicia el tramo final por lecho de roca muy bacheada y con algunos agujeros a esquivar que hizo las delicias de todos, sobre todo de Esther, que aquí sí pudo soltarse con ganas puesto que la senda de Fontanars y las curvas de bajada de la Cava le habían minado un poco la moral. Los bikers inteligentes sobreviven a los días malos para disfrutar de los buenos, los tontos como yo tratamos de recuperar el tiempo perdido, nos piñamos y quedamos en el dique seco una temporada.

Acabamos en Beniarrés, buscando sitio donde comer carne asada, en el bar donde aparcamos y que la anunciaba, incluso en Agres, mintiendo el anuncio del bar donde nos encontrábamos y existiendo exceso de éxito en el segundo, por lo que acabamos tapeando en otro bar donde solemos tomar bocatas “Los Mataos”, disfrutando de una divertida charla salpicada de bromas mientras Rafa pegaba saltos de alegría, no tanto por las anécdotas del día sino por lo numerosos goles de su Valencia, que ayer metió tres.

Ací la resta de fotos. https://www.facebook.com/rafel.vidaltipotane/media_set?set=a.10155618084006138.1073741911.560231137&type=3
Agradecer como siempre a los “Bikers de l’Alcoià” el fantástico recibimiento que me dan, un gustazo salir con vosotros y disfrutar juntos de vuestros rutones, siempre compartiendo risas. Seguro que no tardamos en vernos. No queda nada para Sierra Espuña y el Morro Gros ya nos acecha.

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